martes, 29 de septiembre de 2009

CÓMO SURGE UNA FALSA DOCTRINA, John Owen

“En los tiempos cuando la iniquidad aumenta, las normas generales de la piedad entre el pueblo de Dios disminuyen y se debilitan. Esta declinación empezará con unos pocos creyentes que comiencen a volverse negligentes en sus deberes cristianos, descuidados y mundanos. Estos creyentes se sienten “libres” para seguir sus deseos pecaminosos. Quizás al principio, otros creyentes les condenarán y les redargüirán, pero después de un tiempo se conformarán a su mal ejemplo. Muy pronto los verdaderamente piadosos serán la minoría y los otros la mayoría. Debemos tomar muy en serio el siguiente principio: “Un poco de levadura, leuda toda la masa” (1 Corintios 5:6 y Gálatas 5:9).
¿Qué se necesita para cambiar completamente el ambiente moral de una iglesia? Sólo se necesita que unos cuantos creyentes de una buena reputación continúen en su declinación espiritual y que la justifiquen ante los demás. Pronto una multitud seguirá su mal ejemplo. Es más fácil seguir a los muchos para hacer mal (Éxodo 23:2) que mantenernos firmes a favor de la justicia.
El mismo principio es verdad en cuanto a las enseñanzas falsas. ¿Qué se necesita para cambiar la posición doctrinal de una iglesia? Todo lo que se necesita es que unos pocos creyentes de buena reputación provienen y justifiquen la enseñanza falsa. No pasara mucho sin que la multitud comience a seguirle. Muy pocos creyentes se percatan de cuán fuerte es la tentación para seguir el ejemplo de otros.
En cada época los creyentes deberían aprender a no poner su confianza en los hombres “piadosos”, sino en la Palabra de Dios. Si somos humildes, consideraremos seriamente las opiniones y las prácticas de aquellos que tienen una reputación de ser piadosos. Sin embargo, si sus opiniones y prácticas son contrarias a la Palabra de Dios, no debemos seguir su ejemplo.
Hay una fuerte tentación de seguir el ejemplo de personas que tienen una buena reputación. Además, estos líderes del mal pueden dar “buenas razones” para defender sus opiniones y prácticas. ¿Está usted dispuesto a pensar por sí mismo? o ¿Permitirá que otros piensen por usted? Si es así, entonces usted será muy fácilmente desviado por las conclusiones falsas de otros.
El Nuevo Testamento sin lugar a dudas, da una enseñanza muy clara con relación a la libertad que los creyentes tienen en Cristo. Tristemente, no es difícil para algunos pervertir esta enseñanza. Poco a poco, pero ciertamente, las salvaguardas de la santa ley de Dios son quitadas, y la libertad cristiana es convertida en un pretexto para el pecado. Si los creyentes fueran a ver desde el principio hasta dónde les conducirá esta enseñanza, con horror le volverían la espalda. Pudiera ser que algunos de estos maestros no se percaten al principio de las consecuencias que sus enseñanzas les traerán. Al principio, su desviación pudiera parecer pequeña e insignificante. Sin darse cuenta, los maestros y sus seguidores se desvían cada vez mas de la verdad hasta que cambian la verdad de Dios por una mentira” (Romanos 1:25).
Ejemplo de todo esto es que hoy en día hay un número creciente de cristianos “profesantes” que están dispuestos a minimizar y a aun negar la condenación bíblica de las prácticas homosexuales. Esta es una ilustración moderna de esta advertencia. Otras ilustraciones de las desviaciones de los tiempos modernos son:
Métodos y tácticas de evangelismo que no tienen ningún apoyo bíblico.
La omisión en la predicación evangelística de la necesidad del arrepentimiento y la sumisión al Señorío de Cristo.
La disminución de las normas bíblicas para la membrecía de la Iglesia y el descuido de la disciplina.
La omisión o el abierto rechazo de doctrinas tan fundamentales como la predestinación; la depravación humana y la necesidad de una obra especial del Espíritu Santo para la genuina conversión.
La falta de una enseñanza clara sobre las evidencias de la regeneración, y las normas bíblicas para el proceso de la santificación y la mortificación del pecado, etc.”
Apartes del libro “La Tentación” de John Owen, llamado el príncipe de los puritanos (1616-1683).

PÚLPITOS SIN CALIDAD ESPIRITUAL, Aiden Wilson Tozer

“En nuestros pulpitos falta calidad espiritual. Es algo patético, y lamentable, ver a los hijos de Dios sentados a la mesa del Padre y desfalleciendo de hambre. Se confirma la sentencia de Wesley, “La ortodoxia o correcta opinión, es, después de todo, parte muy endeble de la religión. Si bien es cierto que nadie puede tener buen carácter sin tener buenas opiniones, es posible tener buenas opiniones sin tener buen carácter. Se pueden tener excelentes opiniones acerca de Dios sin que ello signifique que se lo ama o se desee servirle. Satanás es una prueba de ello.”
Gracias a la notable difusión de la Biblia que se ve hoy en día mucha gente tiene correctas opiniones, quizá más que nunca antes en la historia. Sin embargo me pregunto si hubo alguna vez un tiempo en que la temperatura espiritual estuvo en un grado tan bajo. En grandes sectores de la iglesia se ha perdido el arte de la verdadera adoración, y en su lugar han puesto una cosa extraña y espuria llamada “programa” Esta palabra ha salido del teatro y el circo, y se la aplica lamentablemente al tipo de servicios que hoy pasan por “adoración.”
La exposición sana y correcta de la Biblia es imperativa en la iglesia del Dios vivo. Sin ella ninguna iglesia puede ser una iglesia neotestamentaria en el estricto sentido del término. Pero dicha exposición puede hacerse de manera tal que deje a los oyentes vacíos de verdadero alimento espiritual. Las almas no se alimentan solo de palabras, sino con Dios mismo, y mientras los creyentes no encuentren a Dios en una experiencia personal, las verdades que escuchen no les harán ningún bien. Leer y enseñar la Biblia no es un fin en sí mismo, sino el medio para que lleguemos a conocer a Dios, y que podamos deleitarnos con su presencia y gustemos cuan dulce y grato es sentirle en el corazón”.
Fragmento tomado del Libro La Búsqueda de Dios de Aiden Wilson Tozer

ARTICULO DEL G 12

MIEMBROS DEL G12 ATENTAN CONTRA LA EMISORA RADIO CLAMOR 89.3 FM DE
JORGE RAKCHKE EN PUERTO RICO

En los pasados días la emisora Radio Clamor de Puerto Rico, fue blanco de un atentado por
desconocidos que dispararon con armas de 9 milímetros contra los equipos y estructura de la
emisora. Los daños son calculados en miles de dólares, con daños significativos.
El Rev. Jorge Raschke está realizando una denuncia por el ataque a los que ha sido blanco.
Este atribuye la situación a las amenazas recibidas en semanas pasadas por un grupo
autodenominado del G-12 del estado de la Florida,del lider Rolando Vestucci Rincon ya que
en esa carta dicho grupo sugiere hacer lo necesario por destruir los ministerios que difieren a
las enseñazas del G-12 y su líder Cesar Castellanos.
Es de conocimiento de todos, que Radio Clamor es la emisora que más ha instruido sobre las
repercusiones del G-12 y otros grupos como Creciendo en Gracia, los cuales son grupos de tipo
“secta” que están causando males en el seno de la iglesia en Puerto Rico.

¿CRISTIANOS, CLIENTES SATISFECHOS?

Por Chuy Olivares.

Ahora llegamos al asunto que está detrás de toda la música pop, la autoalabanza y diversión que tanto prometen las Iglesias que se acomodan al buscador: las personas no van a “comprar” el cristianismo si es tan difícil. Si no suple sus necesidades, no les interesa. Si quieren seis sabores frutales y usted solo tiene dos, los ha perdido. Necesitan cristianismo de gran sabor, y si les llena menos a corto plazo, pues bien, explicaremos las cosas difíciles más tarde.
A esto se le da un nombre en el mundo del mercadeo: carnada y cambio. Anuncian un televisor a precio de ganga, pero cuando el consumidor llega al negocio, ese modelo en particular no está en existencia. Hay otros que cuestan más, sin embargo, y que son muy parecidos. No es lo que le prometimos. A decir verdad, lo que prometimos jamás ha existido. La oferta fue una patraña.
¿Qué sucede en una iglesia acomodadiza cuando alguien se traga la carnada? La persona piensa: “Oigan el cristianismo no tiene nada de difícil. Uno conoce personas encantadoras, oye un mensaje inspirador y música estupenda, y llega al cielo”. Pero en algún momento sale a la luz la verdad. Las palabras duras de Jesús salen a la luz: “No se trata de ti, sino de mí y de sacrificarte para seguirme”.
Es verdad absoluta que nadie va a querer ser creyente en tales circunstancias, a menos que el Espíritu de Dios esté obrando en su corazón. A menos que el Espíritu de Dios haga su obra de convicción, reviva el corazón muerto y genere fe, nada va a suceder, no importa lo que uno haga. Además, el mensaje único y verdadero de Jesús, conectado a la obra del Espíritu, producirá salvación verdadera. La fuente de la gracia se abrirá y fluirá al pecador que se niega a sí mismo. Es la esencia misma de la gracia. Es cuando no tenemos nada en nosotros mismos que ofrecer para merecer la salvación, sino que afirmamos nuestro aborrecimiento de nuestro yo indigno, que Dios nos concede gracia para rescatarnos del pecado y del infierno.
No podemos reinventar el evangelio para hacerlo a nuestra medida, para nuestra comodidad y conveniencia. Pero eso es lo que la gente está haciendo hoy. Si uno modifica el mensaje para hacer más atractivo el cristianismo, lo que se obtiene no es cristianismo. No estoy promoviendo legalismo en ninguna forma, sino fidelidad a las Escrituras.
Hay congregaciones y pastores bienintencionados que hacen todo lo inimaginable para dar un rodeo a las enseñanzas de Jesús que son difíciles de creer. No lo hacen porque sean malintencionados o maliciosos, ni para engañar conscientemente a alguien. No. Lo hacen porque creen que es mejor dar buenas noticias, que decir palabras duras. Las palabras duras a veces confunden y abochornan; es difícil mirar a los ojos cuando uno repite algunas de ellas.
Los creyentes no saben como interpretar ni como hablar de algunas de las palabras duras de Jesús, y las dejan a un lado. Pero entregar medio mensaje es casi peor que no entregar nada. Todo lo que Jesús dice es importante. No nos toca a nosotros decidir lo que vamos a transmitir o lo que trataremos de esconder.

DE CRISTO ESTAS REVESTIDOS PARTE 5 (final)

DE CRISTO ESTAS REVESTIDOS PARTE 4

DE CRISTO ESTAS REVESTIDOS PARTE 3

DE CRISTO ESTAS REVESTIDOS PARTE 2

lunes, 28 de septiembre de 2009

DE CRISTO ESTAS REVESTIDO 1

Hermanos les recomiendo este mensaje, por Paul Washer.





domingo, 27 de septiembre de 2009

EL MOTIVO DE LA MALDICION

PECADORES EN MANOS DE UN DIOS AIRADO



(Deuteronomio 32:35)
Famoso mensaje de Jonathan Edwars, predicado en 1741.

De todos los cultivos del cielo, sacaron a luz frutos amargos y venenosos; como en los
dos versículos que preceden al texto. -La expresión que he escogido para mi texto, A su
tiempo su pie resbalará, parece indicar las siguientes cosas con respecto al castigo y
destrucción a que están expuestos estos impíos israelitas.
Implica que estuvieron siempre expuestos a una rápida destrucción repentina. Como el
que camina en lugares resbaladizos está expuesto en cada momento a caer, no puede
predecir si al siguiente momento permanecerá de pie o caerá; y cuando cae, cae de
sopetón sin advertencia, lo cual está también expresado en el Sal. 73:18-19. "Ciertamente
los has puesto en deslizaderos; en asolamientos los harás caer. ¡Cómo han sido asolados
de repente!"
Otra cosa implicada es, que están expuestos a caer por ellos mismos, sin ser arrojados a
tierra por la mano de otro; como aquel que camina en suelo resbaladizo no necesita otra
cosa que su propio peso para caer al suelo.
La razón por la que no han caído todavía, ni caen ahora, es solamente porque el tiempo
señalado por Dios no ha llegado. Porque se dice que cuando ese esperado tiempo, o
momento señalado llegue, sus pies resbalarán. Luego se dejarán caer, de la manera en que
están inclinados a ello por su propio peso. Dios no los sostendrá ya más en estos lugares
resbaladizos, sino que los dejará ir; y luego, en ese mismo instante caerán en destrucción;
como aquel que se encuentra en suelos inclinados y resbaladizos, o en el orilla de un
abismo, que no puede mantenerse firme por sí solo; cuando se deja sin apoyo
inmediatamente cae y se pierde.
La observación de estas palabras en las que voy a insistir ahora es ésta: "No hay otra cosa
que mantenga a los hombres impíos fuera del infierno en todo momento que el mero
agrado de Dios." Por el mero agrado de Dios quiero expresar su placer soberano, su
voluntad arbitraria, no restringida por ninguna obligación, ni impedida por ninguna
dificultad, ni ninguna otra cosa; como si la pura voluntad de Dios no tuviera ni un
momento, en el menor grado, o en ningún otro aspecto, ningún lugar en la preservación
de los impíos. La verdad de esta observación aparece al considerar lo siguiente:
Dios no desea en ningún instante hacer muestra de su poder arrojando a los impíos en el
infierno. Las manos de los hombres no pueden ser fuertes cuando Dios se levanta; el más
fuerte no tiene poder para resistirle, ni puede librarse de sus manos. El no sólo es capaz
de arrojar a los impíos al infierno, sino que puede hacerlo fácilmente. Algunas veces un
príncipe terrenal se encuentra con la dificultad de sujetar a un rebelde que ha encontrado
medios para fortificarse a sí mismo, y se ha hecho fuerte por el número de sus seguidores.
Pero no es así con Dios. No hay Fortaleza que sea defensa contra el poder de Dios.
Aunque mano se una con mano, y una vasta multitud de los enemigos de Dios se
combinen y asocien, son fácilmente quebrados en pedazos. Son como grandes montones
de paja ligera ante el torbellino; o grandes cantidades de rastrojo seco ante llamas
devoradoras. Encontramos fácil pisotear y aplastar un gusano que vemos arrastrarse en la
tierra; también es fácil para nosotros cortar o chamuscar un hilo delgado que agarre
cualquier cosa; y así es fácil para Dios, cuando le place, arrojar a sus enemigos al
infierno. ¿Qué somos nosotros para que permanezcamos de pie frente a Él, ante cuya
reprensión la tierra tiembla, y las rocas son arrojadas?
Ellos merecen ser arrojados al infierno; de manera que si la justicia divina se encuentra
en el camino, no hay objeción eficaz contra el uso del poder de Dios para destruirlos.
Antes, por el contrario, la justicia clama fuertemente por un castigo infinito de sus
pecados. La justicia divina dice del árbol que da a luz las uvas de Sodoma, "córtalo, ¿para
qué inutiliza también la tierra?" (Luc. 13:7). La espada de la justicia divina está en cada
momento blandeada sobre sus cabezas, y no es otra cosa que la misericordia arbitraria y
la pura voluntad de Dios que la detiene.
Ellos ya están bajo una sentencia de condenación al infierno. No sólo merecen justamente
ser arrojados allí, sino que la sentencia de la ley de Dios, esa regla eterna e inmutable de
justicia que Dios ha fijado entre El y la humanidad, ha ido en su contra, y permanece en
su contra; de manera que ya están dispuestos para el infierno. "El que no cree, ya ha sido
condenado" (Juan 3:18). De modo que cada inconverso pertenece propiamente al
infierno; ese es su lugar; de allí es él. "Vosotros sois de abajo" (Juan 8:23), y allí estáis
atados; es el lugar que la justicia, la palabra de Dios, y la sentencia de su ley inmutable
les han asignado.
Ellos ahora son los objetos de ese mismo enojo e ira de Dios que es expresada en los
tormentos del infierno. Y la razón por la que no bajan al infierno en cualquier momento,
no es porque Dios, en cuyo poder están, no está entonces muy enojado con ellos, como lo
está con muchas criaturas miserables que ahora están siendo atormentadas en el infierno,
y allí sienten y experimentan el furor de su ira. Si, Dios está más enojado con otros tantos
que ahora están en la tierra; sí, sin duda lo está con muchos que están ahora en esta
congregación, con quienes está airado con más facilidad que con muchos de los que se
encuentran ahora en las llamas del infierno. Pero no es porque Dios se haya olvidado de
su impiedad ni se resienta por ello la razón por la que no desata su mano y los corta. Dios
no es en conjunto como uno de ellos, para ellos su condenación no se duerme; el abismo
está preparado, el fuego ya está listo, el horno esta caliente, listo para recibirlos; las
llamas se inflaman y arden. La espada resplandeciente está afilada y se sostiene sobre
ellos, y el abismo ha abierto su boca bajo ellos.
El diablo esta listo para caer sobre ellos y asirlos para sí; momento que Dios permitirá.
Ellos le pertenecen; él tiene sus almas en su posesión y bajo su dominio. La Escritura los
representa como sus buenas dádivas (Luc.11:13). Los demonios los vigilan; siempre
están a su diestra por ellos; permanecen esperando por ellos como leones hambrientos y
codiciosos que ven su presa y esperan tenerla, pero por el momento se retienen. Si Dios
retirara su mano, por la cual ellos son restringidos, volarían sobre sus pobres almas. La
serpiente antigua los mira con asombro; el infierno abre su amplia boca para recibirlos; y
si Dios lo permitiera serían apresuradamente tragados y se perderían.
En las almas de los impíos reinan principios infernales que están actualmente encendidos
y llameando en el infierno de fuego si no fuera por las restricciones de Dios. En la
naturaleza de cada hombre carnal está colocado un fundamento para los tormentos del
infierno. Hay esos principios corrompidos reinando y en plena posesión de ellos, que son
la semilla del infierno de fuego. Estos principios son activos y poderosos, excesivos y
violentos en su naturaleza, y si no fuera por la mano restringida de Dios pronto estallarían
y se inflamarían de la misma manera que lo harían las corrupciones y enemistad en los
corazones de las almas condenadas, y engendrarían los mismos tormentos que crean en
ellos.
Las almas de los impíos son comparadas en la Escritura al mar en tempestad (Isa. 57:20).
Por el momento, Dios restringe su impiedad por medio de su gran poder, de la misma
manera en que hace con las coléricas ondas del mar turbulento, diciendo, "hasta aquí
llegarás y no pasarás;" pero si Dios retirara ese poder restringido, rápidamente se llevaría
todo por delante. El pecado es la ruina y la miseria del alma; es destructiva en su
naturaleza; y si Dios lo dejara sin restricción no faltaría nada para hacer al alma algo
perfectamente miserable. La corrupción del corazón del hombre es inmoderada e
ilimitada en su furia; y mientras el impío vive aquí es como un fuego contenido por las
restricciones de Dios, que si fuera dejado en libertad atacaría con fuego el curso de la
naturaleza; y ya que el corazón es ahora un montón de pecado, de no ser restringido,
inmediatamente convertiría el alma en un horno ardiente, o en un horno de fuego y
azufre.
No es seguridad para los impíos el que en ningún momento haya medios visibles de la
muerte a la mano. No es seguridad para un hombre natural el que está ahora en salud ni el
que no vea ninguna manera en la que pueda ahora partir inmediatamente de este mundo
por algún accidente, ni el que no haya ningún peligro visible en ningún aspecto en sus
circunstancias. La experiencia múltiple y continua del mundo en todas las edades muestra
que no hay evidencia de que un hombre no está al borde de la eternidad, y de que el
próximo paso no sea en otro mundo. Lo invisible, el olvido de modos y medios por los
que las personas salen súbitamente del mundo son innumerables e inconcebibles.
Los hombres inconversos caminan sobre el abismo del infierno en una cubierta podrida, y
hay innumerables lugares tan débiles en esta cubierta que no pueden soportar su peso;
lugares que además no se ven a simple vista. Las flechas de la muerte vuelan a mediodía
sin ser vistas; la vista más aguda no las puede discernir. Dios tiene tantas maneras
diferentes e inescrutables de tomar al impío fuera del mundo y enviarlo al infierno, que
no hay nada que haga parecer que Dios tuviera necesidad de estar a expensas de un
milagro, o salirse fuera del curso de su providencia, para destruir al impío en cualquier
instante. Todos los medios por los que los impíos parten del mundo están de tal manera
en las manos de Dios, y tan universal y absolutamente sujetos a su poder y
determinación, que no depende sino de la pura voluntad de Dios el que los pecadores
vayan en cualquier momento al infierno, el que los medios nunca sean usados o estén
involucrados en el caso.
La prudencia y el cuidado de los hombres naturales para preservar sus propias vidas, o el
cuidado de otros para preservarlos a ellos, no les brinda seguridad en ningún momento.
De esto dan testimonio la providencia divina y la experiencia universal. Hay la clara
evidencia de que la propia sabiduría de los hombres no es seguridad para ellos cuando
están frente a la muerte; si fuera de otra manera veríamos alguna diferencia entre los
hombres sabios y políticos y los demás con respecto a su propensión a una muerte
temprana e inesperada; pero ¿cómo es esto en los hechos? "También morirá el sabio
como el necio" (Ecl.2:16).
Todas las luchas y maquinaciones que los hombres impíos usan para escapar del infierno,
mientras continúan rechazando a Cristo, permaneciendo así como impíos, no les libra del
infierno en ningún momento. Casi todo hombre natural que oye del infierno se adula a sí
mismo de que escapará; depende de sí mismo para su seguridad; se elogia a si mismo en
lo que ha hecho, en lo que está haciendo, o en lo que intenta hacer. Cada quien dispone
cosas en su mente sobre cómo evitará la condenación, y se engaña a si mismo planeando
su propio bien, y pensando que sus esquemas no fallarán. Ellos oyen sin embargo que son
pocos los que se salvan, y que la mayor parte de los hombres que han muerto hasta ahora
han ido al infierno; pero cada quien se imagina que planea mejores cosas para su escape
que lo que otros han hecho. El no pretende ir a ese lugar de tormento; dice dentro de si
que intenta tomar un cuidado efectivo, y ordenar las cosas de tal manera que no falle.
Pero los hijos insensatos de los hombres se engañan miserablemente a Si mismos en sus
propios esquemas, y en confianza de su propia fuerza y sabiduría; no confían en más que
una mera sombra. La mayoría de esos que hasta ahora han vivido bajo los mismos medios
de gracia y han muerto, han ido indudablemente al infierno; la razón no es que ellos no
eran tan sabios como los que ahora están vivos; no fue porque no planearon cosas que les
aseguraran su escape. Si pudiéramos hablar con ellos, y preguntarles, a uno por uno, si
ellos esperaban cuando estaban vivos y cuando oían hablar acerca del infierno que serían
objetos de esa miseria, indudablemente escucharíamos uno por uno contestar: "No, yo
nunca pretendí venir aquí; había dispuesto las cosas de otra manera en mi mente; pensé
haber planeado el bien para mi; proyecté un buen modelo. Intenté tomar un cuidado
eficaz; pero vino sobre mí inesperadamente. No lo esperaba en ese momento y de esa
manera; vino como un ladrón. La muerte me burló. La ira de Dios fue demasiado rápida
para mi. 0h mi maldita insensatez! Me estaba engañando y agradando con sueños vanos
acerca de lo que yo haría en el más allá; y cuando me encontraba diciendo, 'paz y
seguridad, 'vino sobre mi destrucción repentina."
Dios en ningún momento se ha puesto bajo ninguna obligación por alguna promesa que
haya dado, de mantener al hombre natural fuera del infierno. Ciertamente Dios no ha
dado promesas acerca de la vida eterna o de alguna liberación o preservación de la
muerte eterna, sino aquellas que están contenidas en el pacto de gracia, las promesas son
sí y Amén. Pero seguramente aquellos que no son hijos del pacto, que no creen en
ninguna de las promesas, no tienen interés en las promesas del pacto de gracia, y no
tienen interés en el Mediador del pacto.
De manera que, aunque alguno haya tenido imaginaciones y pretensiones acerca de
promesas hechas a hombres naturales que buscan con sinceridad, es claro y manifiesto
que no importa los dolores que un hombre natural sufra en la religión, ni las oraciones
que haga, hasta que no crea en Cristo, Dios no está de ninguna manera bajo la obligación
de librarlo en ningún momento de la destrucción eterna. De manera que así es que los
hombres naturales son regresados por la mano de Dios sobre el abismo del infierno; han
merecido el fiero abismo, y ya están sentenciados a él; Dios ha sido terriblemente
provocado, su ira es tan grande hacia ellos como la de aquellos que están actualmente
sufriendo las ejecuciones de la furia de su ira en el infierno, y no han hecho nada en lo
más mínimo para apaciguar o disminuir ese enojo, ni está Dios atado en lo más mínimo a
ninguna promesa de perdonarlos en ningún momento.
El diablo está esperando por ellos, el infierno está abierto de par en par para ellos, las
llamas se reúnen y centellean a su alrededor, los atraparán y tragarán; el fuego contenido
en sus corazones está luchando para estallar; y ellos no tienen ningún interés en ningún
mediador; no hay medios al alcance que les puedan servir de seguridad. En resumen, no
tienen refugio, nada de que aferrarse; todo lo que los preserva en todo instante es la pura
voluntad y la paciencia no obligada de un Dios encolerizado.
APLICACIÓN
Este terrible tema puede ser útil para hacer despertar algunas personas inconversas en
esta congregación. Esto que has oído es el caso de cada uno de ustedes que se encuentra
fuera de Cristo. Ese mundo de miseria, ese lago de azufre ardiente se extiende debajo de
ti. Allí está el espantoso abismo de las llamas ardientes de la ira de Dios; allí está la
ancha boca del infierno abierta de par en par; y no tienes nada sobre que permanecer en
pie, ni nada de donde agarrarte; no hay nada entre ti y el infierno sino sólo el aire; es tan
sólo el poder y el puro placer de Dios el que te soporta.
Posiblemente no eres sensible a esto; te ves fuera del infierno, pero no ves la mano de
Dios en ello; pero contempla otras cosas, como el buen estado de tu constitución
corporal, el cuidado de tu propia vida, y los medios que usas para tu preservación. Pero
verdaderamente estas cosas son nada; si Dios retirara su mano, ellas no te beneficiarían
más en cuanto a evitar tu caída, que lo que hace el delgado hilo al sujetar una persona que
se suspende en él.
Tu impiedad te hace como si fueras tan pesado como el plomo, y te dirigirá hacia abajo
con gran peso y presión directo al infierno; y si Dios te dejara caer, inmediatamente te
sumergirías y rápidamente descenderías dentro del golfo sin fondo; y tu constitución
saludable, y tu propio cuidado y prudencia, y tu mejor plan, y toda tu justicia, no tendrían
más influencia para sujetarte y librarte del infierno, que lo que una tela de araña puede
hacer para frenar una roca al caer.
De no ser por el soberano agrado de Dios, la tierra no te sostendría un instante porque
eres una carga para ella. La creación gime contigo; la criatura está hecha sujeta a la
esclavitud de tu corrupción, no para ayudarte voluntariamente a servir al pecado y a
Satanás; la tierra no produce su incremento voluntariamente para satisfacer tus pasiones;
ni es voluntariamente un escenario sobre el que tus impiedades actúen; el aire no te sirve
voluntariamente para mantener la llama de vida de tus órganos vitales, mientras pasas tu
vida al servicio de los enemigos de Dios. Las criaturas de Dios son buenas, y fueron
hechas para que el hombre sirviera a Dios con ellas, y para que no sirvieran
voluntariamente a ningún otro propósito, y para que gimieran cuando fueran usadas para
propósitos tan directamente contrarios a su naturaleza y fin. El mundo te vomitaría de no
ser por la mano soberana de Aquel que lo tiene sujetado en esperanza.
Las negras nubes de la ira de Dios están ahora flotando directamente sobre sus cabezas,
llenas de terribles tormentas y truenos; y de no ser por la mano restrictiva de Dios
hubieran reventado inmediatamente sobre ti. El placer soberano de Dios, por el presente,
detiene su viento agitado; de otro modo vendría con furia, y tu destrucción llegaría como
torbellino. Serías como la paja menuda en el suelo después de ser trillada en el verano.
La ira de Dios es como el agua contenida en una gran presa, que crece más y más con la
lluvia y que mientras más agua contenga más rápido y poderoso será su curso cuando
sean rotas.
Es verdad que el juicio contra tus obras perversas no ha sido ejecutado todavía; los
diluvios de la venganza de Dios han sido retenidos; pero tu culpa entretanto está
constantemente aumentando, y está cada día atesorando más ira; las aguas están
aumentando constantemente, y creciendo más y más poderosas; y no hay nada fuera del
puro agrado de Dios que refrene las aguas, las cuales no quieren ser detenidas, y
presionan duramente para ir hacia adelante. Si Dios tan sólo retirara su mano de la
compuerta, se abriría inmediatamente, y los fieros diluvios del furor e ira de Dios
empujarían con furia inconcebible, y vendría sobre ti con poder omnipotente; y si tú
fueras diez mil veces mayor que lo que eres, sí, diez mil veces mayor que la fuerza del
más corpulento y robusto diablo en el infierno, no serías nada para resistirla o soportarla.
El arco de la ira de Dios está encorvado, la flecha lista en la cuerda, y la justicia dirige la
flecha a tu corazón, y tensa el arco, y no es otra cosa que el mero placer de Dios, y el que
un Dios airado que sin ninguna promesa y obligación del todo, retiene la flecha de
embriagarse con tu sangre. Así todos los que de ustedes nunca han pasado por un gran
cambio de corazón, por el gran poder del Espíritu de Dios sobre sus almas; todos los que
de ustedes nunca han nacido de nuevo, ni han sido hechos nuevas criaturas, ni han sido
levantados de la muerte en el pecado a un nuevo estado, ni han experimentado la luz y la
vida, están en las manos de un Dios airado.
Aunque hayan reformado sus vidas en muchas cosas, y hayan tenido afecciones
religiosas, y hayan podido mantener cierta forma de religión con sus familiares y
cercanos, y aún en la casa de Dios, no es otra cosa que Su mera paciencia que los
preserva de ser consumidos por la destrucción eterna. No importa cuán poco convencidos
estén ahora de la verdad que oyen, a su tiempo estarán plenamente convencidos de ella.
Aquellos que han partido estando en las mismas circunstancias en que están ustedes, ven
que así fue con ellos; porque la destrucción vino bruscamente sobre la mayoría de ellos;
cuando no la esperaban, y mientras estaban diciendo, paz y seguridad. Ahora ven, que
esas cosas en las que dependían para la paz y la seguridad, no eran más que un hilo
delgado y una sombra vacía.
El Dios que te sostiene sobre el abismo del infierno, ha sido terriblemente provocado más
que uno que sostenga una araña, o cualquier insecto asqueroso sobre el fuego, te
aborrece. Su ira hacia ti se enciende como fuego; te ve como digno, pero no para otra
cosa que para ser echado en el fuego; es tan puro de ojos que no puede mantenerte a su
vista; eres diez mil veces más abominable a sus ojos que lo que la serpiente venenosa
más odiada es a los nuestros. Le has ofendido infinitamente más que lo que un rebelde
obstinado ofende a su príncipe; y sin embargo, no es otra cosa que su mano la que te
sostiene de caer en el fuego en cualquier momento. No debe ser atribuido a nadie más el
que no hayas ido al infierno la última noche; el que hayas sufrido otra vez el despertar en
este mundo, después de haber cerrado los ojos para dormir. Y no hay otra razón del
porqué no has caído en el infierno desde que te levantaste en la mañana, que el hecho de
que la mano de Dios te ha sostenido. No hay otra razón que dar del porqué no has ido al
infierno, desde que te sentaste aquí en la casa de Dios, provocando sus ojos puros por tu
modo pecaminoso e impío de atender a su solemne adoración.
Si, no hay otra cosa que dar como razón de por qué no caes en el infierno en este preciso
momento. Oh, pecador, considera el terrible peligro en que estás. Es sobre un horno de
ira, un abismo amplio y sin fondo, lleno del fuego de la ira, en el que estás soportado por
la mano de Dios, cuya ira ha sido provocada e inflamada tanto contra ti, como contra
muchos de los ya condenados en el infierno. Cuelgas de un hilo delgado, con las llamas
de la ira divina destellando alrededor, y listas en todo momento para chamuscarlo y
quemarlo en dos; y no tienes interés ni por un instante en ningún Mediador, ni en nada en
qué aferrarte para salvarte a ti mismo, ni para librarte de las llamas de la ira. Ni siquiera
hay algo en ti, nada de lo que hayas hecho ni puedas hacer, para inducir a Dios a
perdonarte. Por eso te pido que consideres los siguientes puntos de modo más particular:
Mira de quien es la ira. Es la ira de un Dios infinito. Si fuera solamente la ira de un
hombre, aunque fuera la del príncipe más poderoso, sería comparativamente pequeña
para ser considerada. La ira de reyes es mucho más terrible, especialmente la de
monarcas absolutos, que tienen las posesiones y las vidas de sus súbditos enteramente en
su poder para disponer de ellas a su mera voluntad. "Como rugido de cachorro de león es
el terror del rey; el que te enfurece peca contra sí mismo" (Prov.20:2).
El súbdito que se enfurece mucho contra un príncipe arbitrario, está expuesto a sufrir los
tormentos más extremos que el arte humano puede inventar o que el poder humano puede
infligir. Pero las más grandes potestades terrenales, en su mayor majestad y fuerza,
cuando están vestidos de sus más grandes terrores, no son mas que gusanos débiles y
despreciables de la tierra en comparación al Gran y Todopoderoso Creador y Rey del
cielo y de la tierra. Es en realidad poco lo que ellos pueden hacer en el momento en que
ellos están más enfurecidos, y cuando han ejercido el extremo de su furia. Todos los
reyes de la tierra son como langostas ante Dios; son nada y menos que nada; tanto su
amor como su odio son reducidos en poco. La ira del gran Rey de reyes es tanto más
terrible que la de ellos, como lo es su majestad. "Mas os digo, amigos míos: No temáis a
los que matan el cuerpo, y después nada más pueden hacer. Pero os enseñaré a quién
debéis temer: Temed a aquel que después de haber quitado la vida, tiene poder de echar
en el infierno; sí, os digo, a éste temed" (Luc. 12:4,5).
Es a la furia de su ira a la que estás expuesto. A menudo leemos de la furia de Dios; como
en Isa. 59:18. "Como para retribuir con ira a sus enemigos, y dar el pago a sus
adversarios." Así también Isa. 66:15. "Porque he aquí que Jehová vendrá con fuego, y sus
carros como torbellino, para descargar su ira con furor, y su represión con llama de
fuego." Y en muchos otros lugares. También Ap. 19:15; allí leemos de "el lagar del vino
del furor y de la ira del Dios Todopoderoso." Las palabras son en extremo terribles. Si
solamente se hubiera dicho, "la ira de Dios," los términos implicarían algo infinitamente
terrible; pero es "el furor y la ira de Dios."
¡La furia de Dios! ¡el furor de Jehová! ¡Oh, cuán terrible debe ser eso! ¿Quién puede
pronunciar o concebir lo que estas expresiones implican en sí mismas? Pero además, "el
furor y la ira del Dios Todopoderoso." Como si hubiera una gran manifestación de su
poder omnipotente en lo que el furor de su ira realiza; como si la omnipotencia estuviera
encolerizada y ejercida de tal manera que los hombres no pueden ejercer su fuerza en
contra del furor de su ira. ¡Oh! entonces, ¡cuál será la consecuencia! ¡Qué será de
aquellos pobres gusanos que la sufrirán! ¿Quién tendrá manos fuertes para esto? ¿Qué
corazón la podrá resistir? ¡A qué terrible, indecible, inconcebible profundidad de miseria
está sumergida la pobre criatura que esté sujeta a esto! Considera esto, tú que estás aquí
presente, y aún permaneces en un estado no regenerado. Que Dios ejecutará el furor de su
enojo, implica, que El infligirá su ira sin piedad.
Cuando Dios observe la extremidad inefable de tu caso, y vea tu tormento estar tan
vastamente desproporcionado a tu fuerza, y vea cómo tu pobre alma es molida, y se
hunde como si estuviera en tinieblas infinitas; no tendrá compasión de ti, no contenderá
las ejecuciones de su ira, y ni siquiera aligerará su mano no habrá moderación ni
misericordia, no apaciguará su viento agitado; no tendrá cuidado de tu bienestar, ni será
en ningún sentido cuidadoso, a menos que sufras mucho más en cualquier otra manera,
que lo que sufrirías con lo que la justicia estricta requiere. Nada será retenido por el
hecho de que sea demasiado fuerte de sobrellevar. "Pues también yo procederé con furor;
no perdonará mi ojo, ni tendré misericordia; y gritarán a mis oídos con gran voz, y no los
oiré (Ez. 8:18).
Ahora Dios está presto a tener piedad de ti; este es un día de misericordia; puedes gritar
ahora con el aliento de obtener misericordia. Pero cuando el día de misericordia pase, tus
gritos y chillidos de lamento y dolor serán en vano; estarás enteramente perdido y alejado
de Dios, como para que nadie se interese en tu bienestar. Dios no tendrá otra cosa que
hacer contigo que ponerte a sufrir miseria; no continuarás en existencia para otro fin que
no sea ese; porque serás un vaso de ira preparado para destrucción; y no habrá otro uso
para este vaso, que ser llenado a plenitud de ira. Dios estará tan lejos de tener piedad de ti
cuando grites, que se dice que solamente "reirá y se burlará" (Prov. 1:25,26ss).
Cuán terribles son esas palabras, las cuales proceden del gran Dios, "los pisé con mi ira, y
los hollé con mi furor; y su sangre salpicó mis vestidos, y manché todas mis ropas" (Isa.
63:3). Es quizás imposible concebir otras palabras que expresen con más claridad la idea
de desprecio, odio, y furia de indignación. Si clamas a Dios para que tenga piedad de ti,
El estará tan lejos de hacer tal cosa en tu doloroso caso, o de mostrarte ningún cuidado o
favor, que, en lugar de ello, te hollará bajo sus pies. Y aunque sabrá que no podrás
sobrellevar el peso de la omnipotencia sobre ti, no tendrá consideración, sino que te
aplastará bajo sus pies sin misericordia; hará volar tu sangre al molerte, y salpicará sobre
sus vestidos, de tal manera que manchará todas sus ropas. No sólo te odiará, sino que te
tendrá bajo el desprecio más extremo; no habrá otro lugar más adecuado para ti que el
estar bajo sus pies, ser pisoteado como el fango de las calles.
la miseria a la que estás expuesto es aquella que Dios infligirá con el fin de mostrarte lo
que la ira de Jehová es. Dios ha tenido en su corazón el mostrar a los ángeles y a los
hombres cuán excelente es su amor, y también cuan terrible es su ira. Algunas veces los
reyes terrenales tienen en mente mostrar cuán terrible es su ira, por los castigos extremos
que ejecutan en contra de aquellos que le provocan. Nabucodonosor, ese monarca
poderoso y orgulloso del imperio caldeo, estuvo presto a mostrar su ira cuando se
encolerizó contra Sadrac, Mesac y Abednego; y de esa manera dio orden de que el fiero
horno ardiente fuera calentado siete veces más de como estaba. Sin duda, fue levantado al
grado más extremo de furor que el arte humano podía levantar.
Pero el gran Dios está también presto a mostrar su ira, y magnificar su terrible majestad y
omnipotencia, en los sufrimientos extremos de sus enemigos. "¿Y qué, si Dios, queriendo
mostrar su ira y hacer notorio su poder, soportó con mucha paciencia los vasos de ira
preparados para destrucción?" (Rom. 9:22). Y viendo que éste es su diseño, aquello que
El ha determinado, mostrar cuán terrible es la ira, la furia y el furor de Jehová cuando no
es refrenada, El lo llevará a cabo. Sucederá ante un testigo algo que será espantoso.
Cuando el gran Dios airado se haya levantado y ejecutado su terrible venganza sobre el
pobre pecador, y cuando el miserable esté sufriendo el peso y el poder infinito de su
indignación, entonces Dios llamará al universo completo para que contemple esa terrible
majestad y omnipotencia que será vista en ella. "Y los pueblos serán como cal quemada;
como espinos cortados serán quemados con fuego. Oíd, los que estáis lejos, lo que he
hecho; y vosotros los que estáis cerca, conoced mi poder. Los pecadores se asombraron
en Sión, espanto sobrecogió a los hipócritas" (Isa. 33:12-14). Así será con aquellos de
ustedes que están en un estado de no conversión, si continúan en él.
El poder infinito, la majestad y lo terrible del Dios omnipotente será magnificado sobre
ti, en la inefable fuerza de tus tormentos. Serás atormentado en la presencia de los santos
ángeles, y en la del Cordero; y cuando te encuentres en ese estado de sufrimiento, los
habitantes gloriosos del cielo irán y verán el terrible espectáculo, para que puedan ver lo
que es la ira y el furor del Todopoderoso; y cuando lo hayan visto, caerán y adorarán ese
gran poder y majestad. "Y de mes en mes, y de día de reposo, en día de reposo, vendrán
todos a adorar delante de mí, dijo Jehová. Y saldrán, y verán los cadáveres de los
hombres que se rebelaron contra mí; porque su gusano nunca morirá, ni su fuego se
apagará, y serán abominables a todo hombre" (Isa. 66:23-24).
Es una ira eterna. Sería terrible sufrir este furor y esta ira del Dios Todopoderoso por un
momento; pero debes sufrirla por toda la eternidad. No habrá fin para esta aguda y
horrible miseria. Cuando mires hacia delante, mirarás una duración infinita ante ti, la cual
tragará tus pensamientos, y sorprenderá tu alma; y estarás absolutamente desesperado de
no tener liberación, de no tener fin, de no mitigar, de no tener reposo del todo. Conocerás
ciertamente que deberás consumirte luchando contra esta venganza todopoderosa y
ausente de misericordia durante largas edades, millones de millones de edades. Y cuando
así lo hayas hecho, cuando esas tantas edades hayan pasado sobre ti de esa manera,
conocerás que eso es sólo un punto de lo que queda. De manera que tu castigo será
verdaderamente infinito. ¡0h, quién puede expresar cuál es el estado del alma en tales
circunstancias!. Todo lo que podamos decir acerca de ello solamente da una
representación muy débil; es inexpresable e inconcebible, porque "¿quién conoce el
poder de la ira de Dios?"
¡Cuán terrible es el estado de esos que diariamente y a cada hora están en peligro de esta
gran ira y miseria infinita! Pero ese es el lúgubre caso de cada alma en esta congregación
que todavía no ha nacido de nuevo, no importa cuán moralistas, estrictos, sobrios y
religiosos puedan ser. ¡Oh, si tan sólo consideraras esto, ya seas joven o viejo! Hay razón
para pensar, que hay muchos ahora en esta congregación oyendo este discurso, que
eventualmente serán sujetos de esta miseria por toda la eternidad. No sabemos quiénes
son, ni en qué asientos están, ni qué pensamientos tienen ahora.
Puede que ahora están cómodos, y oigan todas estas cosas sin mucha turbación, y están
ahora engañándose a sí mismos de que ellos no son esas personas, prometiéndose
también que escaparán. Si conociéramos a una persona, sólo de una en esta congregación,
que fuera sujeto de esta miseria, ¡qué terrible sería pensar en ello! Si supiéramos quién
es, ¡qué vista más terrible sería el mirar a tal persona! ¡Cómo surgiría un grito de lamento
amargo por él de parte del resto de la congregación! Pero ¡ay! en lugar de uno, ¡cuántos
de ustedes recordarán este discurso en el infierno! Sería un milagro si algunos de los que
están ahora presentes no se encontraran en el infierno dentro de poco tiempo, o antes de
que este año termine. Y no seria un milagro si algunas personas, de las que ahora están
aquí sentadas en algunos asientos de esta casa de reunión, en salud, quietos y seguros, se
encuentren allí antes de mañana en la mañana.
Aquellos de ustedes que continúen en un estado natural, que piensen que serán librados
del infierno más tiempo, ¡estarán allí en poco tiempo! su condenación no se tarda; vendrá
velozmente, y, con toda probabilidad, muy prontamente, sobre muchos de ustedes.
Ustedes tienen razón al admirarse de que no están ya en el infierno. Es dudoso el caso de
algunos que ustedes han visto y conocido, que nunca merecieron el infierno más que
ustedes, y que una vez parecían igualmente estar vivos como ustedes.
Su caso ha perdido toda esperanza; ahora están gritando en extrema miseria y perfecta
desesperación; pero ustedes están aquí en la tierra de los vivientes, en la casa de Dios, y
tienen una oportunidad de obtener salvación. ¡Qué no darían esas pobres, condenadas y
desesperanzadas almas por un día de oportunidad como el que ahora disfrutas! Y ahora
tienes una oportunidad extraordinaria, un día en el que Cristo tiene ampliamente abierta
la puerta de la misericordia, permanece allí llamando, y gritando con alta voz a los pobres
pecadores; un día en el que muchos están uniéndose a El, y apresurándose a entrar en el
reino de Dios.
Muchos vienen diariamente del este, oeste, norte y sur; muchos que estuvieron
últimamente en la misma condición miserable en que están ustedes, y que ahora están en
un estado de alegría, con sus corazones llenos de amor por aquel que los amó y los lavó
de sus pecados con su propia sangre, y se gozan en la esperanza de la gloria de Dios.
¡Cuán terrible será ser echado a un lado en aquel día! ¡Ver a tantos festejando, mientras
te estás consumiendo y pereciendo! !Ver a tantos regocijándose y cantando con gozo del
corazón, mientras tienes motivo para lamentarte con pena interior, y clamar a gritos con
vejación del espíritu! ¿Cómo pueden descansar aun un momento en tal condición? ¿No
son sus almas tan preciosas como las almas de la gente de Suffield (un pueblo de las
inmediaciones) que están yendo a Cristo día tras día? No hay muchos de ustedes aquí que
han vivido un largo tiempo en el mundo, y hasta este día no han nacido de nuevo? y son
así extranjeros de la nación de Israel, y no han hecho otra cosa desde su existencia que
atesorar ira en contra del día de la ira?
Oh, señores, su caso, en una manera especial, es peligroso en extremo. Su culpa y dureza
de corazón es extremadamente grande. No ven ustedes cómo generalmente las personas
de su edad son pasados por alto y dejados en el notable presente y maravillosa
dispensación de la misericordia de Dios? Tienen necesidad de considerarse a ustedes
mismos, y despertar por completo del sueño. No pueden llevar la carga del furor y la ira
del Dios infinito. Y ustedes, hombres y mujeres jóvenes, negarán esta preciosa época que
ahora disfrutan, cuando tantos otros de su edad están renunciando a todas las vanidades
juveniles, y yendo a Cristo? Tienen ahora una oportunidad extraordinaria; pero si la
rechazan, les pasará como a esas personas que gastaron todos los días preciosos de su
juventud en el pecado, y ahora han pasado a un estado de ceguera y endurecimiento.
Y ustedes, hijos, que están sin convertir, no saben que van al infierno, a sobrellevar la
terrible ira de ese Dios, que ahora está enojado contigo cada día y noche? Estarán ustedes
contentos de ser hijos del diablo, cuando tantos otros niños en la tierra están convertidos,
y han venido a ser los hijos santos y alegres del Rey de reyes? Que cada uno que esté sin
Cristo, y colgando sobre el abismo del infierno, ya sea anciano o anciana, de mediana
edad, joven o niños, oigan ahora los fuertes llamados de la palabra y la providencia de
Dios. Este año aceptable del Señor, un día de tanto favor para algunos, será sin lugar a
dudas un día de notable venganza para otros. Los corazones de los hombres se
endurecerían, y su culpa se incrementaría aprisa en un día como éste, si niegan salud a
sus almas.
Nunca hubo tanto peligro para estas personas de ser entregadas a la dureza de corazón y
ceguera de mente. Dios ahora parece estar reuniendo apresuradamente a sus escogidos de
todas partes de la tierra; y probablemente la mayor parte de los adultos que se salvarán,
serán traídos dentro de poco tiempo, y será como el gran repartimiento del Espíritu sobre
los judíos en los días de los apóstoles. Los elegidos obtendrán la salvación, y el resto será
cegado. Si éste fuera tu caso, maldecirás este día eternamente, y maldecirás el día en que
naciste al ver el tiempo de repartimiento del Espíritu, y desearás haber muerto y haberte
ido al infierno antes de haberlo contemplado. Ahora, indudablemente, como lo fue en los
días de Juan el Bautista, el hacha está colocada de una manera extraordinaria a la raíz de
los árboles, para que todo árbol que no dé buen fruto, sea cortado, y arrojado al fuego.
Por tanto, que todo aquel que esté sin Cristo, despierte ahora y huya de la ira por venir.
La ira del Dios Todopoderoso se cierne ahora sobre una gran parte de esta congregación.
Que cada uno huya de Sodoma: "Dense prisa y escapen por sus vidas; no miren tras sí,
escapen al monte, no sea que perezcan."

EL LIBRE ALBEDRIO: UN ESCLAVO




Sermón #52 El Púlpito de la Capilla New Park Street 1
Volumen 1 www.spurgeon.com.mx 1
El Libre Albedrío: Un Esclavo
NO. 52
Sermón predicado el Domingo 2 de Diciembre de 1855,
por Charles Haddon Spurgeon,
En La Capilla New Park Street, Southwark, Londres.
“Y no queréis venir a mí para que tengáis vida.”

Juan 5:40.


Este es uno de los poderosos cañones de los arminianos, colocado
sobre sus murallas, y a menudo disparado con un terrible ruido contra
los pobres cristianos llamados calvinistas Yo pretendo silenciar ese
cañón el día de hoy, o, más bien, dispararlo en contra del enemigo,
pues nunca les perteneció a ellos. El cañón no fue construido en la
fundición de los arminianos, y más bien su objetivo era la enseñanza de
una doctrina totalmente opuesta a la que los arminianos sostienen.
Usualmente, cuando se explica este texto, las divisiones son:
primero, que el hombre tiene voluntad. Segundo, que es enteramente
libre. Tercero, que los hombres deben decidir venir a Cristo por ellos
mismos, de lo contrario no serán salvos.
Pero nosotros no lo dividiremos de esa manera, sino que nos
esforzaremos por analizar de manera objetiva este texto, sin concluir
apresuradamente que enseña la doctrina del libre albedrío,
simplemente porque contiene palabras tales como “querer” y “no
querer.”
Ya se ha demostrado más allá de toda controversia, que el libre
albedrío es una insensatez. La voluntad no tiene libertad como tampoco
la electricidad tiene peso. Son cosas completamente diferentes.
Podemos creer en la libertad de acción del individuo, pero el libre
albedrío es algo sencillamente ridículo. Todo mundo sabe que la
voluntad es dirigida por el entendimiento, que es llevada a la acción por
motivos, que es guiada por otras partes del alma, y que es una potencia
secundaria.
Tanto la filosofía como la religión descartan de inmediato la pura
idea del libre albedrío; y yo estoy de acuerdo con la rotunda afirmación
de Martín Lutero que dice: “Si algún hombre atribuye una parte de la
salvación, aunque sea lo más mínimo, al libre albedrío del hombre, no
sabe absolutamente nada acerca de la gracia, y no tiene el debido
conocimiento de Jesucristo.” Puede parecer un concepto duro, pero
aquel que cree con plena convicción que el hombre se vuelve a Dios por
su propio libre albedrío, no puede haber recibido esa enseñanza de
Dios, pues ese es uno de los primeros principios que aprendemos
cuando Él comienza a trabajar en nosotros: que no tenemos ni voluntad
ni poder, sino que ambos los recibimos de Él; que Él es “el Alfa y la
Omega” en la salvación de los hombres.
Nuestras consideraciones el día de hoy serán las siguientes: primero:
todos los hombres están muertos, porque el texto dice: “Y no queréis
venir a mí para que tengáis vida.” Segundo: que hay vida en Jesucristo:
“Y no queréis venir a mí para que tengáis vida.” Tercero: que hay vida
en Jesucristo para todo aquel que viene por ella: “Y no queréis venir a
mí para que tengáis vida,” implicando que todos los que vengan,
tendrán vida. Y cuarto: la sustancia del texto radica en esto, que
2 El Libre Albedrío: Un Esclavo Sermón # 52
2 www.spurgeon.com.mx Volumen 1
ningún hombre por naturaleza vendrá jamás a Cristo, pues el texto
dice: “Y no queréis venir a mí para que tengáis vida.” Lejos de afirmar
que los hombres por su propia voluntad harán alguna vez eso, lo niega
de manera abierta y categórica, diciendo: “Y NO QUERÉIS venir a mí
para que tengáis vida.” Entonces, queridos hermanos, estoy a punto de
gritar: ¿Acaso los que creen en el libre albedrío no están conscientes
que se están atreviendo a desafiar la inspiración de la Escritura? ¿No
tienen ningún entendimiento, aquellos que niegan la doctrina de la
gracia? Se han apartado tanto de Dios que retuercen el texto para
demostrar el libre albedrío; en cambio, el texto dice: “Y NO QUERÉIS
venir a mí para que tengáis vida.”
I. Entonces, en primer lugar, nuestro texto indica QUE LOS
HOMBRES ESTÁN MUERTOS POR NATURALEZA. Ningún ser necesita
buscar la vida si tiene vida en sí mismo. El texto habla de manera muy
fuerte cuando afirma: “Y no queréis venir a mí para que tengáis vida.”
Aunque no lo dice con las palabras, efectivamente está afirmando que
los hombres necesitan otra vida que la que tienen. Queridos lectores,
todos nosotros estamos muertos a menos que seamos engendrados a
una esperanza viva.
Todos nosotros, por naturaleza, estamos legalmente muertos: “el día
que de él comieres, ciertamente morirás,” le dijo Dios a Adán; y aunque
Adán no murió en ese momento físicamente, murió legalmente; es decir,
su muerte quedó registrada en su contra. Tan pronto como en Old
Bailey (famosa corte criminal de Londres) el juez se cubre la cabeza con
una gorra negra y pronuncia la sentencia, el reo es considerado muerto
según la ley. Aunque pueda transcurrir todavía un mes antes de que
sea llevado al cadalso para que se cumpla la sentencia, la ley lo
considera un hombre muerto. Es imposible que ese hombre realice
ninguna transacción. No puede heredar nada ni puede hacer un
testamento; él no es nada: es un hombre muerto. Su país considera que
no tiene ninguna vida. Si hay elecciones, él no puede votar porque está
considerado como muerto. Está encerrado en su celda de condenado a
muerte, y es un muerto vivo.
¡Ah! Ustedes, pecadores impíos, que nunca han tenido vida en
Cristo, ustedes están vivos hoy, por una suspensión temporal de la
sentencia, pero deben saber que ustedes están legalmente muertos; que
Dios los considera así, que el día en que su padre Adán tocó el fruto, y
cuando ustedes mismos pecaron, Dios, el Eterno Juez, se puso una
gorra negra de Juez y los ha condenado.
Ustedes tienen opiniones muy elevadas acerca de propia posición, y
de su bondad, y de su moralidad. ¿Dónde está todo eso? La Escritura
dice que “ya han sido condenados.” No tienen que esperar el día del
juicio para escuchar la sentencia (allí será la ejecución de la sentencia)
ustedes “ya han sido condenados.” En el instante en que pecaron, sus
nombres fueron inscritos en el libro negro de la justicia; cada uno ha
sido sentenciado a muerte por Dios, a menos que encuentre un
sustituto por sus pecados en la persona de Cristo.
¿Qué pensarían ustedes si entraran en la celda de un condenado a
muerte, y vieran al reo sentado en su celda riéndose muy feliz? Ustedes
dirían: “Ese hombre es un insensato, pues ya ha sido condenado y va a
ser ejecutado; sin embargo, cuán feliz está.” ¡Ah! ¡Y cuán insensato es el
hombre del mundo, quien, aunque tiene una sentencia registrada en su
contra, vive muy contento! ¿Piensas tú que la sentencia de Dios no se
cumplirá? ¿Piensas tú que tu pecado, que está escrito para siempre con
una pluma de hierro sobre las rocas, no contiene horrores en su
Sermón #52 El Libre Albedrío: Un Esclavo 3
Volumen 1 www.spurgeon.com.mx 3
interior? Dios dice que ya has sido condenado. Si tan sólo pudieras
sentirlo, esto mezclaría gotas amargas en tu dulce copa de gozo; tus
bailes llegarían a su fin, tu risa se convertiría en llanto, si recordaras
que ya has sido condenado. Todos nosotros deberíamos llorar si
grabáramos esto en nuestras almas: que por naturaleza no tenemos
vida ante los ojos de Dios; que estamos en realidad, positivamente
condenados; que tenemos una sentencia de muerte en contra nuestra,
y que somos considerados por Dios tan muertos, como si en realidad ya
hubiésemos sido arrojados al infierno. Aquí ya hemos sido condenados
por el pecado. Aun no hemos sufrido el correspondiente castigo, pero la
sentencia ya está escrita y estamos legalmente muertos. Tampoco
podemos encontrar vida a menos que encontremos vida ante la ley en la
persona de Cristo, de lo que hablaremos más adelante.
Pero además de estar legalmente muertos, también estamos muertos
espiritualmente. Porque además de que la sentencia fue registrada en el
libro, también se registró en el corazón; entró en la conciencia; obró en
el alma, en la razón, en la imaginación, en fin, en todo. “El día que de él
comieres, ciertamente morirás,” se cumplió, no solamente por la
sentencia que fue registrada, sino por algo que ocurrió en Adán. De la
misma forma que en un momento determinado, cuando me muera, la
sangre se detendrá, cesará de latir el pulso, los pulmones dejarán de
respirar, así el día que Adán comió del fruto, su alma murió. Su
imaginación perdió su poder maravilloso de elevarse hacia las cosas
celestiales y ver el cielo, su voluntad perdió el poder que tenía para
elegir siempre lo bueno, su juicio perdió toda la habilidad anterior de
discernir entre el bien y el mal, de manera decidida e infalible, aunque
algo de eso fue retenido por la conciencia; su memoria quedó
contaminada, sujeta a recordar lo malo y olvidar lo bueno; todas sus
facultades perdieron el poder de la vitalidad moral. La bondad, que era
la vitalidad de sus facultades, despareció. La virtud, la santidad, la
integridad, todas estas cosas, eran la vida del hombre; pero cuando
desaparecieron, el hombre murió.
Y ahora, todo hombre, está “muerto en sus delitos y pecados”
espiritualmente. En el hombre carnal el alma no está menos muerta de
lo que está un cuerpo cuando es depositado en la tumba; está real y
positivamente muerta: no a la manera de una metáfora, pues Pablo no
está hablando de manera metafórica cuando afirma: “Y él os dio vida a
vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados.”
Pero, queridos lectores, nuevamente quisiera poderles predicar a sus
corazones en relación a este tema. Ha sido algo penoso tener que
recordarles que la muerte ya está registrada; pero ahora tengo que
hablarles y decirles que la muerte ya ha ocurrido, efectivamente, en sus
corazones. Ustedes no son lo que antes eran; ustedes no son lo que
eran en Adán, ni son lo que eran cuando fueron creados. El hombre fue
creado puro y santo. Ustedes no son las criaturas perfectas que algunos
presumen ser; ustedes están completamente caídos, completamente
extraviados, llenos de corrupción y suciedad. ¡Oh! Por favor no
escuchen el canto de la sirena de quienes les hablan de su dignidad
moral, o de su elevada capacidad en los asuntos de la salvación.
Ustedes no son perfectos; esa terrible palabra “ruina,” está escrita en
sus corazones; y la muerte está sellada en su espíritu.
No pienses, oh hombre moral, que tú serás capaz de comparecer
ante Dios sólo con tu moralidad, pues no eres otra cosa que un cadáver
embalsamado en legalidad, un esqueleto vestido elegantemente, pero
finalmente putrefacto a los ojos de Dios. ¡Y tampoco pienses tú, que
4 El Libre Albedrío: Un Esclavo Sermón # 52
4 www.spurgeon.com.mx Volumen 1
posees una religión natural, que tú puedes hacerte aceptable ante Dios
mediante tu propia fuerza y poder! ¡Vamos, hombre! ¡Tú estás muerto!
Y tú puedes maquillar a un muerto tan gloriosamente como te plazca,
pero no dejará de ser una solemne burla.
Allí está la reina Cleopatra: con una corona sobre su cabeza, vestida
con sus mantos reales, siendo velada en la sala mortuoria. ¡Pero qué
escalofríos recorren tu cuerpo cuando pasas junto a ella! Aun en su
muerte, se ve bella. ¡Pero cuán terrible es estar junto a un muerto, aun
si se trata de una reina muerta, muy celebrada por su belleza
majestuosa! Así también tú puedes tener una belleza gloriosa y ser
atractivo, amable y simpático; te pones sobre tu cabeza la corona de la
honestidad, y te vistes con los vestidos de la rectitud, pero a menos que
Dios te haya dado vida ¡oh, hombre! a menos que el Espíritu haya
obrado en tu alma, tú eres a los ojos de Dios tan desagradable, como
ese frío cadáver es desagradable para ti.
Tú no elegirías vivir con un cadáver para que comparta tu mesa;
tampoco a Dios le agrada tenerte ante sus ojos. Él está airado contigo
cada día, pues tú estás en pecado: tú estás muerto. ¡Oh! Debes creer
esto; deja que penetre en tu alma; aplícalo a ti, pues es muy cierto que
estás muerto, tanto espiritualmente como legalmente.
El tercer tipo de muerte es la consumación de las otras dos. Es la
muerte eterna. Es la ejecución de la sentencia legal; es la consumación
de la muerte espiritual. La muerte eterna es la muerte del alma; tiene
lugar después que el cadáver ha sido colocado en la tumba, después
que el alma ha salido de él. Si la muerte legal es terrible, es debido a
sus consecuencias; y si la muerte espiritual es espantosa, es debido a
todo lo que viene después. Las dos muertes de las que hemos hablado
son la raíz, y esa muerte que vendrá es la flor que nace de esa raíz.
¡Oh! quisiera tener las palabras apropiadas para poder describirles lo
que es la muerte eterna. El alma se ha presentado ante su Hacedor; el
libro ha sido abierto; la sentencia ha sido pronunciada: “Apartaos de
mí, malditos” ha sacudido el universo y ha oscurecido a los astros con
el enojo del Creador; el alma ha sido arrojada a las profundidades
donde permanecerá con otros en muerte eterna. ¡Oh! cuán horrible es
su condición ahora. ¡Su cama es una cama de fuego; los espectáculos
que contempla son de tal naturaleza que aterran a su espíritu; los
sonidos que escucha son gritos sobrecogedores, y quejidos y gemidos y
lamentos; y su cuerpo sólo conoce un dolor miserable! Está sumido en
un dolor indecible, en una miseria que no conoce el descanso.
El alma mira hacia arriba. La esperanza no existe, se ha ido. Mira
hacia abajo llena de terror y miedo; el remordimiento se ha adueñado
de su alma. Mira hacia la derecha y las paredes impenetrables del
destino la mantienen dentro de sus límites para torturarla. Mira hacia
su izquierda y allí los muros de fuego ardiente descartan la menor
posibilidad de colocar una escalera para poder escapar. Busca en sí
misma el consuelo, pero un gusano que muerde dolorosamente ha
penetrado en su alma. Mira a su alrededor y no encuentra a ningún
amigo que le pueda ayudar, ni a ningún consolador, sino sólo
atormentadores en abundancia. No tiene a su disposición ninguna
esperanza de liberación; ha escuchado la llave eterna del destino girar
en su terrible cerradura, y ha visto que Dios toma la llave y la lanza al
fondo del abismo de la eternidad donde no podrá ser encontrada nunca.
No tiene esperanza, no tiene escape, no hay posibilidad de liberación;
desea ardientemente la muerte, pero la muerte es su encarnizada
enemiga y no vendrá; anhela que la no-existencia lo trague, pero esta
Sermón #52 El Libre Albedrío: Un Esclavo 5
Volumen 1 www.spurgeon.com.mx 5
muerte eterna es peor que la aniquilación. Anhela la exterminación
como el trabajador ansía el día de descanso. Espera ser tragado por la
nada de la misma manera que un preso anhela su libertad. Pero nada
de esto sucede: está eternamente muerta.
Cuando la eternidad haya recorrido muchísimas veces sus ciclos
eternos, estará todavía muerta. La eternidad no tiene fin; la eternidad
sólo puede deletrearse con la eternidad. Y después de todo eso, el alma
verá un aviso escrito sobre su cabeza: “Tú estás condenada para
siempre.” Escucha aullidos que durarán por toda la eternidad; ve
llamas que no se pueden extinguir; sufre dolores que no pueden
mitigarse; oye una sentencia que no retumba como los truenos de la
tierra, que pronto se desvanecen, sino que va en aumento, más y más,
sacudiendo los ecos de la eternidad, haciendo que miles de años se
sacudan nuevamente con el horrible trueno de su terrible sonido:
“¡Apartaos de mí! ¡Apartaos de mí! ¡Apartaos de mí! ¡Malditos!” Esta es
la muerte eterna.
II. En segundo lugar, EN CRISTO JESÚS HAY VIDA, pues Él dice: “Y
no queréis venir a mí para que tengáis vida.” No hay vida en Dios Padre
para un pecador; no hay vida en Dios Espíritu Santo para un pecador,
aparte de Jesús. La vida de un pecador está en Cristo. Si piensas que
en el Padre puedes encontrar la vida aparte del Hijo, aunque Él ame a
Sus elegidos, y decrete que vivirán, no es así; la vida está solamente en
el Hijo. Si tomas a Dios el Espíritu Santo aparte de Jesucristo, a pesar
de que es el Espíritu quien nos da vida espiritual, sin embargo la vida
está en Cristo, la vida está en el Hijo. Ni nos atreveríamos ni podríamos
pedir la vida espiritual a Dios el Padre o a Dios el Espíritu Santo. Lo
primero que se nos ordena hacer cuando Dios nos saca de Egipto es
comer la Pascua. Eso es lo primero. El primer medio por el que
recibimos la vida es comiendo la carne y la sangre del Hijo de Dios;
viviendo en Él, confiando en Él, creyendo en Su gracia y Su poder.
Nuestra segunda consideración es: hay vida en Cristo. Les
mostraremos que hay tres tipos de vida en Cristo, de la misma manera
que hay tres tipos de muerte.
En primer lugar hay vida legal en Cristo. De la misma manera que
todos los hombre considerados en Adán tenían una sentencia de
condenación dictada contra ellos en el momento que Adán pecó, y más
especialmente en el momento de su propia primera trasgresión, así
también, yo, si soy un creyente, y tú, si confías en Cristo, hemos
recibido una sentencia legal absolutoria, dictada a nuestro favor por
medio de la obra de Jesucristo.
¡Oh, pecador condenado! Tú puedes estar aquí hoy, condenado como
el prisionero de Newgate (famosa prisión de Londres para los
condenados a muerte); pero antes de que pase este día, tú puedes estar
tan libre de culpa como los ángeles del cielo. Hay vida legal en Cristo, y,
¡bendito sea Dios! algunos de nosotros la tenemos. Sabemos que
nuestros pecados son perdonados porque Cristo sufrió el castigo
merecido por esos pecados; sabemos que nosotros mismos no podremos
ser castigados, pues Cristo sufrió en lugar nuestro. La Pascua ha sido
sacrificada por nosotros; el dintel y los postes de la puerta han sido
rociados y el ángel exterminador no puede tocarnos jamás. Para
nosotros no hay infierno, aunque esté ardiendo con terribles llamas. No
importa que Tofet esté preparado desde hace mucho tiempo, y tenga un
buen suministro de leña y mucho humo, nosotros nunca iremos allí:
Cristo murió por nosotros, en nuestro lugar. ¿Qué importa que haya
instrumentos de horrible tortura? ¿Qué importa si hay una sentencia
6 El Libre Albedrío: Un Esclavo Sermón # 52
6 www.spurgeon.com.mx Volumen 1
que produce los más horribles ecos de sonidos atronadores? ¡Sin
embargo, ni los tormentos, ni la cárcel, ni el trueno, son para nosotros!
En Cristo Jesús hemos sido liberados. “Ahora, pues, ninguna
condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan
conforme a la carne, sino conforme al Espíritu.”
¡Pecador! ¿Estás tú, legalmente condenado esta mañana? ¿Sientes
que es así? Entonces déjame decirte que la fe en Cristo te hará saber
que has sido absuelto legalmente. Amados hermanos, no es una
fantasía que estamos condenados por nuestros pecados, es una
realidad. Tampoco es una fantasía que hemos sido absueltos, es una
realidad. Si un hombre va a morir en la horca, pero recibiera un perdón
de última hora, sentiría que es una grandiosa realidad. Diría: “he sido
perdonado completamente, ya no pueden condenarme otra vez.” Así me
siento yo—
“Libre de pecado ahora, camino en libertad,
La sangre del Salvador es mi completo perdón,
A sus amados pies me arrojo,
Para rendirle homenaje, siendo un pecador redimido.”
Hermanos, hemos ganado una vida legal en Cristo, y no podemos
perder esa vida legal. La sentencia fue dictada en contra nuestra una
vez: pero ahora ha sido anulada. Está escrito: “AHORA, PUES,
NINGUNA CONDENACIÓN HAY,” y esa anulación es tan válida para mí
dentro de cincuenta años, como lo es ahora. No importa cuántos años
vivamos, siempre estará escrito: “Ahora, pues, ninguna condenación
hay para los que están en Cristo Jesús.”
Continuando, en segundo lugar, hay vida espiritual en Cristo Jesús.
Como el hombre está muerto espiritualmente, Dios tiene una vida
espiritual para él, pues no hay ninguna necesidad que no pueda ser
suplida por Jesús, no hay ningún vacío en el corazón, que Cristo no
pueda llenar; no hay ningún lugar solitario que Él no pueda poblar, no
hay ningún desierto que Él no pueda hacer florecer como una rosa.
¡Oh, ustedes pecadores que están muertos! que están muertos
espiritualmente, hay vida en Cristo Jesús, pues hemos visto ¡sí! estos
ojos lo han visto, que los muertos reviven; hemos conocido al hombre
cuya alma estaba totalmente corrompida, pero que por el poder de Dios
ha buscado la justicia; hemos conocido al hombre cuya visión era
completamente carnal, cuya lujuria lo dominaba plenamente, y cuyas
pasiones eran muy poderosas, pero que, de pronto, por un irresistible
poder del cielo, se ha consagrado a Cristo, y se ha convertido en un hijo
de Jesús.
Sabemos que hay vida en Cristo Jesús de un orden espiritual; sí, y
más aún, nosotros mismos, en nuestras propias personas, hemos
sentido esa vida espiritual. Recordamos muy bien cuando estábamos en
la casa de oración, tan muertos como el propio asiento en el que
estábamos sentados. Habíamos escuchado durante mucho, mucho
tiempo el sonido del Evangelio, sin que surtiera ningún efecto, cuando
de pronto, como si nuestros oídos fuesen abiertos por los dedos de
algún ángel poderoso, un sonido penetró en nuestro corazón. Creímos
escuchar a Jesús que decía: “El que tenga oídos para oír, oiga.” Una
mano irresistible apretó nuestro corazón hasta arrancarle una oración.
Nunca antes habíamos orado así. Clamamos: “¡Oh Dios!, ten
misericordia de mí, pecador.”
¿Acaso algunos de nosotros no hemos sentido una mano que nos
apretaba como si hubiésemos sido sorprendidos en un vicio, y nuestras
almas derramaban gotas de angustia? Esa miseria era el signo de una
Sermón #52 El Libre Albedrío: Un Esclavo 7
Volumen 1 www.spurgeon.com.mx 7
nueva vida. Cuando una persona se está ahogando no siente tanto
dolor como cuando logra sobrevivir y está en proceso de recuperación.
¡Oh!, recordamos esos dolores, esos gemidos, esa lucha encarnizada
que nuestra alma experimentaba cuando vino a Cristo. ¡Ah!, podemos
recordar cuando recibimos nuestra vida espiritual tan fácilmente como
puede hacerlo un hombre que ha resucitado de su sepulcro. Podemos
suponer que Lázaro recordaba su resurrección, aunque no recordara
todas las circunstancias que la rodearon. Así nosotros también, aunque
hayamos olvidado mucho, ciertamente recordamos cuando nos
entregamos a Cristo. Podemos decir a cada pecador, sin importar cuán
muerto esté, que hay vida en Cristo Jesús, aunque esté podrido y lleno
de corrupción en su tumba. El mismo que levantó a Lázaro nos ha
levantado a nosotros; y Él puede decir, aún a ti pecador: “¡Lázaro!, ven
fuera.”
En tercer lugar, hay vida eterna en Cristo Jesús. ¡Oh!, y si la muerte
eterna es terrible, la vida eterna es bendita; pues Él ha dicho: “Y donde
yo estuviere, allí también estará mi servidor.” “Padre, aquellos que me
has dado, quiero que donde yo estoy, también ellos estén conmigo, para
que vean mi gloria.” “Yo les doy vida eterna; y no perecerán para
siempre.” Entonces, cualquier arminiano que quiera predicar acerca de
ese texto debe comprar algo que le ayude a estirar sus labios de manera
especial; nunca podría decir toda la verdad sin retorcerla de una
manera muy misteriosa. La vida eterna: no una vida que se pueda
perder, sino la vida eterna. Si perdí mi vida en Adán, la recobré en
Cristo; si me perdí a mí mismo eternamente, me he encontrado a mí
mismo en Jesucristo. ¡Vida eterna! ¡Oh pensamiento bendito! Nuestros
ojos brillan de gozo y nuestras almas se encienden en un éxtasis al
pensar que tenemos vida eterna.
¡Estrellas, apáguense!, dejen que Dios ponga Su dedo sobre ustedes:
pero mi alma vivirá en el gozo y la bienaventuranza. ¡Oh sol, oscurece
tu ojo!, mi ojo verá “al Rey en su hermosura” mientras que tu ojo no
hará sonreír más a la verde tierra. ¡Y tú, oh luna, enrojece de sangre!
Pero mi sangre nunca dejará de ser; este espíritu vivirá cuando tú
hayas dejado de existir. ¡Y tú, grandioso mundo!, tú puedes
desaparecer por completo tal como la espuma desaparece sobre la ola
que la transporta; sin embargo, yo tengo vida eterna. ¡Oh tiempo!, tú
puedes ver a las gigantes montañas morir y esconderse en sus tumbas;
puedes ver a las estrellas como higos remaduros caer del árbol, pero
nunca, nunca, verás morir mi espíritu.
III. Esto nos lleva al tercer punto: LA VIDA ETERNA ES DADA A
TODO AQUEL QUE VENGA BUSCÁNDOLA. Nunca hubo nadie que
haya venido a Cristo buscando la vida eterna, la vida legal, la vida
espiritual, que no la haya recibido antes, en algún sentido, habiéndole
sido manifestado que la tenía tan pronto como vino. Tomemos uno o
dos textos: “por lo cual puede también salvar perpetuamente a los que
por él se acercan a Dios.” Todo hombre que venga a Cristo encontrará
que Cristo puede salvarle: no solamente puede salvarlo un poco,
liberarlo de un pequeño pecado, librarlo de un pequeño juicio, llevarlo
por un trecho para luego soltarlo: sino que puede salvarlo
completamente de todo pecado, protegerlo durante todo el juicio, hasta
las mayores profundidades de sus aflicciones, durante toda su
existencia.
Cristo le dice a todo el que viene a Él: “Ven, pobre pecador, no
necesitas preguntar si tengo poder para salvar. Yo no te voy a preguntar
8 El Libre Albedrío: Un Esclavo Sermón # 52
8 www.spurgeon.com.mx Volumen 1
qué tan hundido estás en el pecado; Yo puedo salvarte plenamente.” Y
no hay nadie en la tierra que pueda traspasar ese “plenamente.”
Ahora, otro texto: “El que a mí viene (noten que las promesas son
casi siempre para los que vienen) no lo echo fuera.” Todo aquel que
venga encontrará abierta la puerta de la casa de Cristo, y la puerta de
Su corazón también. Todo aquel que venga (lo digo en el sentido más
amplio) encontrará que Cristo tiene misericordia de él. La cosa más
absurda del mundo es querer tener un Evangelio más amplio que el que
está contenido en la Escritura. Yo predico que todo hombre que cree
será salvo: que todo hombre que viene hallará misericordia.
La gente me pregunta: “Pero supongamos que un hombre que no es
elegido viene, ¿será salvo?” Tú estás suponiendo una cosa sin sentido y
no te la voy a responder. Si un hombre no es elegido, nunca vendrá.
Cuando en efecto viene, esa es la mejor prueba de su elección. Alguien
dice: “Supongamos que alguien viene a Cristo sin ser llamado por el
Espíritu.” Detente, hermano mío, esa no es una suposición válida, pues
algo así no puede suceder; dices eso sólo para enredarme, y no lo vas a
lograr. Yo afirmo que todo aquel que viene a Cristo será salvo. Puedo
decir eso como calvinista o como hipercalvinista, tan sencillamente
como tú. Yo no tengo un Evangelio más limitado que el tuyo; mi único
Evangelio está colocado sobre un cimiento sólido, mientras que el tuyo
está construido sobre arena y podredumbre. “Todo aquel que venga
será salvo; porque ninguno puede venir a mí si el Padre no le trajere.”
“Pero,” objeta alguien, “supongamos que todo el mundo quisiera
venir, ¿los recibiría Cristo a todos?” Ciertamente sí, si vinieran todos;
pero no quieren venir. Les digo que a todos los que vengan, ay, aun si
fueran tan malos como los diablos, Cristo los recibirá; si todo tipo de
pecado y de suciedad fluyera de sus corazones como de un sumidero
común utilizado por todo el mundo, Cristo los recibirá. Otro dice:
“Quiero saber acerca del resto de la gente. ¿Puedo salir y decirles:
Jesucristo murió por cada uno de ustedes? ¿Puedo decir: hay justicia
para cada uno de ustedes, hay vida para cada uno de ustedes?” No; no
puedes. Puedes decir: hay vida para todo el que viene. Pero si tú dices
que hay vida para alguno de esos que no creen, estarías diciendo una
mentira muy peligrosa. Si les dices que Jesucristo fue castigado por sus
pecados, y sin embargo se pierden, estarías diciendo una vil falsedad.
Pensar que Dios pudo castigar a Cristo y luego castigarlos a ellos: ¡me
sorprende que te atrevas al descaro de decir eso!
Un buen hombre predicaba una vez que había arpas y coronas en el
cielo para toda su congregación; y luego concluyó de la manera más
solemne: “Mis queridos amigos, hay muchos para quienes están
preparadas estas cosas que nunca llegarán allá.” De hecho, inventó esa
historia lamentable, y pudo haber sido cualquier otra historia. Pero les
diré por quiénes debió haber llorado. Debió haber llorado por los
ángeles del cielo y por todos los santos, pues eso arruinaría al cielo
completamente.
Tú sabes cuando te reúnes en Navidad, que si has perdido a tu
hermano David y su asiento está vacío, dirás: “Bien, siempre
disfrutamos de la Navidad, pero ahora no es igual; ¡el pobre David está
muerto y enterrado!” Imagínense a los ángeles diciendo: “¡Ah!, este es
un cielo hermoso, pero no nos gusta ver todas esas coronas que están
allá cubiertas de telarañas; no podemos soportar esa calle deshabitada:
no podemos contemplar aquellos tronos vacíos.” Y entonces, pobres
almas, tal vez comenzarían a hablar entre sí, diciendo: “ninguno de
nosotros está seguro aquí pues la promesa fue: ‘Yo doy vida eterna a
Sermón #52 El Libre Albedrío: Un Esclavo 9
Volumen 1 www.spurgeon.com.mx 9
mis ovejas,’ y hay muchas de esas ovejas en el infierno a las cuales Dios
dio vida eterna. Hay muchas personas por las que Cristo derramó su
sangre que están ardiendo en el abismo, y si ellos pueden ser enviados
allí, nosotros también podemos ir. Si no podemos confiar en una
promesa, tampoco podemos confiar en la otra.” Así el cielo perdería sus
cimientos, y caería. ¡Largo de aquí con ese evangelio que no tiene
sentido! Dios nos da un Evangelio seguro y sólido, construido sobre un
pacto sellado con hechos y bien ordenado en sus relaciones, sobre
eternos propósitos y cumplimientos seguros.
IV. Llegamos ahora al cuarto punto, QUE POR NATURALEZA
NINGÚN HOMBRE VENDRÁ A CRISTO, pues el texto dice: “Y no queréis
venir a mí para que tengáis vida.” Yo afirmo con base en la autoridad de
la Escritura por medio de este texto, que no quieren venir a Cristo para
que puedan tener vida. Les digo, podría predicarles por toda la
eternidad, podría pedir prestada la elocuencia de Demóstenes o de
Cicerón, pero ustedes no querrían venir a Cristo. Podría pedirles de
rodillas, con lágrimas en mis ojos, y mostrarles los horrores del infierno
y los gozos del cielo, la suficiencia de Cristo, y su propia condición
perdida, pero ninguno de ustedes querría venir a Cristo por ustedes
mismos a menos que el Espíritu que descansó en Cristo los traiga. Es
una verdad universal que los hombres en su condición natural no
quieren venir a Cristo.
Pero me parece que escucho a uno de estos charlatanes que hace
una pregunta: “Pero, ¿no podrían venir si quisieran?” Amigo mío, te voy
a responder en otra ocasión. Ese no es el tema que estamos analizando
hoy. Estoy hablando de si quieren, no acerca de si pueden. Ustedes se
darán cuenta, siempre que hablan acerca del libre albedrío, que el
pobre arminiano en dos segundos comienza a hablar acerca del poder,
mezclando dos conceptos que deben mantenerse separados. Nosotros
no vamos a tratar esos dos temas conjuntamente; rehusamos tener que
pelear con dos a la vez, si me lo permiten. En otra ocasión voy a
predicar sobre este texto: “Ninguno puede venir a mí si el Padre no le
trajere.” Pero hoy sólo estamos hablando acerca del querer; y es un
hecho que los hombres no quieren venir a Cristo, para que puedan
tener vida.
Podríamos demostrar esto por medio de muchos textos de la
Escritura, pero sólo vamos a tomar una parábola. Ustedes recuerdan la
parábola en la que un cierto rey preparó una fiesta para su hijo, e invitó
a un gran número de personas para que vinieran; los bueyes y los
animales engordados fueron preparados y envió a sus mensajeros para
invitaran a muchos a la cena. ¿Fueron a la fiesta los invitados? Ah, no;
sino que todos ellos, como si se hubieran puesto de acuerdo,
comenzaron a poner pretextos. Uno dijo que se había casado, y por lo
tanto no podría asistir, aunque muy bien pudo haber traído a su
esposa con él. Otro había comprado una yunta de bueyes y quería ver
cómo trabajaban; pero la fiesta era en la noche, y no podía probar a sus
bueyes en la oscuridad. Otro había comprado un pedazo de terreno, y
quería verlo; pero es difícil pensar que fue a verlo con una linterna. Así
que todos pusieron pretextos y no quisieron asistir. Pero el rey estaba
decidido a tener la fiesta; por eso dijo: “Vé por los caminos y por los
vallados e” invítalos; ¡alto! no invítalos; fuérzalos a entrar;” pues ni aun
los mendigos harapientos en los vallados habrían querido venir si no
hubieran sido forzados.
Tomemos otra parábola: Un cierto hombre tenía una viña; y en el
momento oportuno envió a uno de sus siervos para cobrar su renta.
10 El Libre Albedrío: Un Esclavo Sermón # 52
10 www.spurgeon.com.mx Volumen 1
¿Qué le hicieron? Golpearon al siervo. Entonces envió a otro siervo; y lo
apedrearon. Todavía envió a otro y lo mataron. Y, finalmente, dijo:
“Enviaré a mi hijo amado; quizás cuando le vean a él, le tendrán
respeto.” Pero ¿qué hicieron? Dijeron: “Éste es el heredero; venid,
matémosle, para que la heredad sea nuestra.” Y así lo hicieron. Lo
mismo sucede con todos los hombres por naturaleza. Vino el Hijo de
Dios, y sin embargo los hombres lo rechazaron. “Y no queréis venir a mí
para que tengáis vida.”
Nos tomaría mucho tiempo mencionar más pruebas de la Escritura.
Sin embargo, nos vamos a referir ahora a la gran doctrina de la caída.
Cualquiera que crea que la voluntad del hombre es enteramente libre, y
que puede ser salvo por medio de esa voluntad, no cree en la caída.
Como se los he repetido a menudo, muy pocos predicadores de la
religión creen en verdad completamente en la doctrina de la caída, o
bien creen que cuando Adán cayó se fracturó su dedo meñique, y no se
rompió el cuello arruinando a toda su raza. Pues bien, amados
hermanos, la caída destruyó al hombre enteramente. No dejó de afectar
ni una sola potencia; todos fueron hechos pedazos, fueron
contaminados y envilecidos; como si en un grandioso templo, los pilares
todavía están allí, partes de la nave, alguna pilastra y una que otra
columna todavía permanecen allí; pero todo está destruido, aunque
algunos elementos todavía retienen su forma y su posición.
La conciencia del hombre algunas veces retiene mucho de su
sensibilidad, pero eso no significa que no esté caída. La voluntad
tampoco se escapó. Y aunque es el “Alcalde de Alma-humana,” como
Bunyan la llama, el Señor Alcalde se ha descarriado. El Señor
“Obstinado” ha estado continuamente haciendo lo malo. La naturaleza
caída de ustedes no funciona; su voluntad, entre otras cosas, se ha
apartado claramente de Dios. Pero les diré la mejor prueba de ello; es el
grandioso hecho que nunca han conocido en la vida a un cristiano que
les haya dicho que vino a Cristo sin que mencionara que Cristo vino
primero a él.
Me atrevería a decir que ustedes han oído muchos buenos sermones
arminianos, pero nunca han oído una oración arminiana, pues cuando
los santos oran, son una misma cosa en palabra, obra y mente. Un
arminiano puesto de rodillas oraría desesperadamente igual que un
calvinista. No puede orar sobre el libre albedrío: no hay espacio para
eso. Imagínenlo orando así: “Señor, te doy gracias porque no soy como
esos pobres calvinistas presumidos. Señor, yo nací con un glorioso libre
albedrío; yo nací con el poder de ir a ti por mi propia voluntad; yo he
aprovechado mi gracia. Si todos hubieran hecho lo mismo con su gracia
como lo he hecho yo, todos podrían haber sido salvos. Señor, yo sé que
Tú no puedes hacernos querer si nosotros mismos no lo queremos así. Tú
das la gracia a todo mundo; algunos no la utilizan, pero yo sí .Hay
muchos que irán al infierno a pesar de haber sido comprados con la
sangre de Cristo al igual que yo; a ellos les fue dado el Espíritu Santo
también; tuvieron una muy buena oportunidad, y fueron tan bendecidos
como lo he sido yo. No fue tu gracia lo que hizo la diferencia; acepto que
sirvió de mucho, pero fui yo el que hizo la diferencia; yo hice buen uso de
lo que me fue dado, en cambio otros no lo hicieron así; esa es la
diferencia principal entre ellos y yo.”
Esa es una oración diabólica, pues nadie más que Satanás podría
orar así. ¡Ah!, cuando están predicando y hablando cuidadosamente,
puede entrometerse la doctrina errónea; pero cuando se trata de orar,
la verdad salta, no pueden evitarlo. Si un hombre habla muy despacio,
Sermón #52 El Libre Albedrío: Un Esclavo 11
Volumen 1 www.spurgeon.com.mx 11
puede hacerlo muy bien; pero cuando se pone a hablar rápido, el viejo
acento de su terruño, donde nació, se revela.
Les pregunto otra vez, ¿han conocido alguna vez a algún cristiano
que haya dicho: “Yo vine a Cristo sin el poder del Espíritu?” Si en efecto
alguna vez han conocido a un hombre así, no deben dudar en
responderle: “Mi querido señor, yo verdaderamente lo creo, pero
también creo que saliste también sin el poder del Espíritu, y que no
sabes nada acerca del tema del poder del Espíritu, y que estás en hiel
de amargura y en prisión de maldad.” ¿Acaso escucho a algún cristiano
diciendo: “Yo busqué a Jesús antes que Él me buscara a mí?” No,
amados hermanos; cada uno de nosotros debe poner su mano en su
corazón y decir—
“La gracia enseñó a orar a mi alma,
Y también hizo que mis ojos derramaran lágrimas;
Es la gracia la que me ha guardado siempre,
Y nunca me abandonará.”
¿Hay aquí alguien, alguien solitario, hombre o mujer, joven o viejo,
que pueda decir: “Yo busqué a Dios antes que Él me buscara a mí?” No;
y aun tú que eres un poco arminiano vas a cantar—
“¡Oh, sí!, verdaderamente amo a Jesús,
Sólo porque Él me amó primero.”
Y ahora otra pregunta. ¿Acaso no nos damos cuenta, aun después de
haber venido a Cristo, que nuestra alma no es libre, sino que es
guardada por Cristo? ¿Acaso no nos damos cuenta, aun ahora, que el
querer no está presente en nosotros? Hay una ley en nuestros
miembros, que está en guerra contra la ley de nuestras mentes. Ahora,
si quienes están vivos espiritualmente sienten que su voluntad es
contraria a Dios, ¿qué diremos del hombre que está “muerto en delitos
y pecados”? Sería una cosa maravillosamente absurda poner ambos al
mismo nivel; y sería aun más absurdo poner al que está muerto antes
del que está vivo. No; el texto es verdadero, la experiencia lo ha grabado
en nuestros corazones. “Y no queréis venir a mí para que tengáis vida.”
Ahora, debemos decirles las razones por las que los hombres no
quieren venir a Cristo. Primero, porque ningún hombre por naturaleza
considera que necesita a Cristo. Por naturaleza el hombre considera
que no necesita a Cristo; considera que está vestido con sus ropas de
justicia propia, que está bien vestido, que no está desnudo, que no
necesita que la sangre de Cristo lo lave, que no está rojo ni negro, y que
no necesita que ninguna gracia lo purifique. Ningún hombre se da
cuenta de su necesidad hasta que Dios no se la muestre; y hasta que el
Espíritu Santo no le haya mostrado la necesidad que tiene de perdón,
ningún hombre buscará el perdón. Puedo predicar a Cristo para
siempre, pero a menos que sientan que necesitan a Cristo, jamás
vendrán a Él. Puede ser que un doctor tenga un consultorio muy
bueno, y una farmacia bien surtida, pero nadie comprará sus
medicinas a menos que sientan la necesidad de comprarlas.
La siguiente razón es que a los hombres no les gusta la manera en
que Cristo los salva. Alguien dice: “No me gusta porque Él me hace
santo; no puedo beber o jurar si Él me ha salvado.” Otro afirma:
“Requiere de mí que sea tan preciso y puritano, y a mí me gusta tener
mayor libertad.” A otro no le gusta porque es tan humillante; no le
gusta porque la “puerta del cielo” no es lo suficientemente alta para
pasar por ella con la cabeza erguida, y a él no le gusta tener que
inclinarse. Esa es la razón principal por la que no quieren venir a
Cristo, porque no pueden ir a Él con las cabezas erguidas; pues Cristo
12 El Libre Albedrío: Un Esclavo Sermón # 52
12 www.spurgeon.com.mx Volumen 1
los hace inclinarse cuando vienen. A otro no le gusta que sea un asunto
de la gracia desde el principio hasta el final. “¡Oh!” dice:”si yo pudiera
llevarme algo del honor.” Pero cuando se entera que es todo de Cristo o
nada de Cristo, un Cristo completo o sin Cristo, dice: “no voy a ir,” y
gira sobre sus talones y se va. ¡Ah!, pecadores orgullosos, ustedes no
quieren venir a Cristo. ¡Ah!, pecadores ignorantes, ustedes no quieren
venir a Cristo, porque no saben nada acerca de Él. Y esa es la tercera
razón.
Los hombres desconocen Su valor, pues si lo conocieran, querrían
venir a Él. ¿Por qué ningún marinero fue a América antes de que
Cristóbal Colón fuera? Porque no creían que América existiera. Colón
tenía fe, y por tanto él sí fue. El que tiene fe en Cristo viene a Él. Pero
ustedes no conocen a Jesús; muchos de ustedes nunca han visto su
hermosísimo rostro; nunca han visto cuán valiosa es su sangre para un
pecador, cuán grande es su expiación; y que Sus méritos son
absolutamente suficientes. Por tanto “no queréis venir a Él.”
Y ¡oh!, queridos lectores, mi última consideración es muy solemne.
He predicado que ustedes no quieren venir. Pero algunos dirán: “si no
vienen es su pecado.” ASÍ ES. Ustedes no quieren venir, pero entonces
esa voluntad de no venir es una voluntad pecaminosa. Algunos piensan
que estamos tratando de poner “colchones de plumas” a la conciencia
cuando predicamos esta doctrina, pero no hacemos eso. Nosotros no
afirmamos que es parte de la naturaleza original del hombre, sino que
decimos que pertenece a su naturaleza caída.
Es el pecado el que te ha sumido en esta condición de no querer
venir. Si no hubieras caído, querrías venir a Cristo en el momento en
que te es predicado; pero no vienes por tus pecados y crímenes. La
gente se excusa a sí misma porque tiene un corazón malo. Esa es la
excusa más débil del mundo. ¿Acaso el robo y el hurto no vienen de un
corazón malo? Supongan que un ladrón le dice a un juez: “No pude
evitarlo, tenía un mal corazón.” ¿Qué diría el juez? “¡Bandido!, si tu
corazón es malo, voy a darte una mayor sentencia, pues tú eres
ciertamente un villano. Tu excusa no sirve para nada.” El Todopoderoso
“se reirá de ellos, se burlará de todas las naciones.” Nosotros no
predicamos esta doctrina para excusarlos a ustedes, sino para que se
humillen. La posesión de una mala naturaleza es tanto mi culpa como
mi terrible calamidad.
Es un pecado que siempre será achacado a los hombres. Cuando no
quieren venir a Cristo es el pecado lo que los aleja. Quien no predica
eso, me temo que no es fiel a Dios ni a su conciencia. Vayan a casa,
entonces, con este pensamiento; “soy por naturaleza tan perverso que
no quiero venir a Cristo, y esa perversidad impía de mi naturaleza es mi
pecado. Merezco ir al infierno por eso.” Y si ese pensamiento no te
humilla, a pesar de que el Espíritu lo está usando, ninguna otra cosa
podrá hacerlo. Este día no he ensalzado la naturaleza humana, sino
que la he humillado. Que Dios nos humille a todos. Amén.
http://www.spurgeon.com.mx
Oren diariamente por los hermanos Allan Roman y Thomas Montgomery,
en la Ciudad de México. Oren porque el Espíritu Santo de nuestro Señor
los fortifique y anime en su esfuerzo por traducir los sermones
del Hermano Spurgeon al español y ponerlos en Internet.
Sermón #52 – Volumen 1
Free Will: A Slave

viernes, 25 de septiembre de 2009

sábado, 19 de septiembre de 2009