lunes, 19 de octubre de 2009

¿DONDE ESTA DIOS?

Por Martin Lloyd - Jones.

Habacuc 1.12–17 (especialmente versos 12 y 13) En estos versículos el pueblo se preguntaba por qué
Dios permitía que el ejército caldeo actuara a su antojo y con resultados tan devastadores. ¿Era
impotente ante el poder del enemigo? Hoy día, muchos se preguntan por qué Dios ha permitido que
existan la «alta crítica» y otras influencias que debilitan y producen disturbios en la mente de muchos.
¿Por qué tolera estas situaciones? ¿Por qué no interviene? ¿Es porque no puede? ¿Por qué permite
las guerras?

DIOS ES ETERNO
Después de mencionar la dificultad, el profeta dice: «¿No eres tú desde el principio?» (1.12). Él está estableciendo un
principio. Por un momento olvida el problema inmediato, y se pregunta a sí mismo acerca de verdades relacionadas con
Dios y de las cuales él estaba seguro. La primera fue: «¿No eres tú desde el principio?». Anteriormente había dicho que
el ejército caldeo, inflado por su éxito, atribuiría su poder a su dios, y en el momento de expresar esto comenzó a pensar.
Su dios. ¿Quién es su dios? Algo que ellos mismos habían hecho. Este Bel era de su propia manufactura (comp. Isaías
46). Al pensar en esto recordó algo de lo cual estaba seguro. Dios es el Dios eterno, el Dios que vive para siempre,
desde la eternidad y hasta la eternidad. No es como los dioses que los hombres adoran. No es como el dios del
orgulloso ejército caldeo. Él es Dios desde la eternidad, hasta la eternidad; el Dios eterno. A veces nos sentimos
oprimidos por los problemas de la historia y preocupados por lo que va a ocurrir en el mundo. Sin embargo, no hay nada
que traiga más consuelo al alma, o que afirme más nuestros pies que acordarnos que el Dios a quien adoramos está
fuera del flujo de la historia. Él ha precedido a la historia y la ha creado. Su trono está por encima del mundo y fuera del
tiempo. Él reina eternamente; es el Dios eterno.

DIOS EXISTE EN SI MISMO
Luego, agrega algo más. «¿No eres tú desde el principio, oh Jehová?» Utiliza el gran nombre «Jehová». Este nombre
nos dice que Dios es auto-existente, el eterno YO SOY. Dios le dijo a Moisés: «Así dirás a los hijos de Israel: YO SOY
me envió a vosotros» (Ex 3.14). El nombre «Yo soy el que soy» significa: «Yo soy el ser absoluto, el que existe de sí
mismo». Aquí tenemos un segundo principio vital. Dios no depende en lo absoluto de los acontecimientos mundiales,
sino que es auto-existente dentro de sí mismo. No sólo es independiente del mundo, sino que no hubiera tenido
necesidad de crearlo sino fuera por su soberana voluntad. La grandiosa verdad relacionada con la Trinidad es que una
vida eternamente auto-existente reside en la divinidad —Padre, Hijo y Espíritu Santo. Aquí nuevamente tenemos algo
que nos inspira seguridad. Podemos estar seguros que Dios no depende de este mundo, sino que es auto-existente; él
es Señor, él es Jehová, el gran YO SOY. Así el problema comienza a disiparse.

EL ES SANTO
A continuación el profeta recuerda que otro atributo absoluto de Dios es la santidad. «¿No eres tú desde el principio, oh
Jehová, Dios mío, Santo mío?» Está seguro de su eternidad, auto-existencia, y su independencia de todo otro factor o
persona externa, también de que él es el «Santo», el absolutamente justo y santo, un «fuego consumidor». «Dios es luz
y no hay ningunas tinieblas en él». Al considerar Escrituras como estas, de inmediato nos vemos impulsados a decir: «El
juez de toda la tierra, ¿va a fallar una injusticia?» (Gn 18.25, B.J.). Tal posibilidad es inconcebible.

DIOS ES TODOPODEROSO
Luego sigue otra proposición de Habacuc. Continúa diciendo: «Oh Jehová para juicio lo pusiste; y tú, oh Roca, lo
fundaste para castigar» (1). De manera que enfatiza otra verdad de la cual está seguro: Dios es todopoderoso. El uso de
la figura «roca» sugiere la idea de la fuerza y la potencia de Dios. El Dios que creó todo el mundo de la nada, el Dios que
dijo: «Sea la luz» y hubo luz: este Dios tiene poder absoluto. Su fuerza es ilimitada. Él es «la Roca».

DIOS ES FIEL
Hay aún una proposición más que el profeta hace respecto a Dios y que en muchos sentidos es la más importante de
todas, dentro del contexto del problema que enfrenta. «¿No eres tú desde el principio, oh Jehová, Dios mío, Santo mío?
No moriremos». Él recuerda que Dios es el Dios del pacto. Aunque es independiente y absoluto, eterno, todopoderoso,
justo y santo, ha condescendido a hacer un pacto con los hombres. Hizo un pacto con Abraham, al cual el profeta se
refiere aquí, y lo renovó con Isaac y Jacob. Lo volvió a renovar con David, y este pacto era el que le daba base a Israel
para volverse a Dios y decir: «Dios mío, Santo mío». El profeta recuerda que Dios había dicho: «Yo seré vuestro Dios y
vosotros seréis mi pueblo» (Lv 26.12). Para aquellos santos varones de Dios, los profetas, y todo el que tenía
discernimiento espiritual en Israel, este factor tenía más relevancia que todos los demás. Si bien creían en los eternos
atributos de Dios, podrían quedar congelados por el pensamiento que ese Dios estaba lejos en los cielos e indiferente a
sus necesidades. Sin embargo, lo que los unía a él era el conocimiento de que era un Dios fiel que guardaba su pacto.
Dios había comprometido su palabra y jamás dejaría de cumplirla. El profeta Habacuc, al pensar en el pacto, puede
decir: «Dios mío, Santo mío», y añade: «No moriremos». No importa qué desastres realizará el ejército caldeo, jamás
podría exterminar a Israel, precisamente porque Dios había hecho promesas a su pueblo que jamás dejaría de cumplir.
Después de exponer sus proposiciones el profeta procede ahora a colocar su problema dentro del contexto de aquellos
atributos absolutos y eternos. Esto es lo que dice: «Para juicio lo pusiste… le has establecido para la corrección» (comp.
V.M.). Arriba a su respuesta respecto a los caldeos, razona de esta manera: Dios los debe estar levantando para el bien
de Israel; de esto estoy absolutamente seguro. No es que los caldeos hayan tomado la justicia por su cuenta, ni que Dios
sea incapaz de restringirlos. Esto es imposible en vista de las proposiciones que he considerado y que son absolutas.
Dios sólo los está utilizando para su propio propósito. «Para juicio lo pusiste… le has establecido para corrección», y
está llevando a cabo estos objetivos. No lo entiendo completamente, pero estoy bien seguro de que no seremos
exterminados. Este no será el fin de la historia de Israel si bien por la descripción hecha, muy pocos de nosotros
quedaremos y seremos llevados en cautiverio. Sin embargo, quedará un remanente, pues el Todopoderoso es aún Dios,
y está utilizando a los caldeos para hacer algo que contribuye al propósito del pacto. Dios no está demostrando
debilidad, no está siendo derrotado. En virtud de lo que Dios es, está haciendo esto para su propio y gran objetivo.

COMO RENCONCILIAR LA SANTIDAD DE DIOS CON SU INSTRUMENTO DE JUICIO
Abordemos ahora el segundo problema. Si Dios es todopoderoso, y está en pleno control de los acontecimientos, ¿cómo
podemos reconciliar estos eventos con la santidad de su carácter? Si reconocemos el poder de Dios y admitimos que los
caldeos no son más que instrumentos en sus manos y que sus éxitos no se deben a su dios, todavía nos resta
preguntar: ¿Cómo puede un Dios santo, permitir que estas circunstancias ocurran? Habacuc vuelve a aplicar el mismo
método que utilizó anteriormente.

UN DIOS SANTO ODIA EL PECADO Y NO PUEDE COMETER MALDAD
Comienza diciendo: «Muy limpio eres de ojos para ver el mal, ni puedes ver el agravio» (1.13) (2). Puedo dudar sobre
muchas cosas, pero estoy seguro que Dios no puede ver el mal sin odiarlo. Lo detesta. Todo el mal que existe en el
mundo, le es completamente aborrecible debido a su pureza. Sus ojos son demasiado puros para mirar la maldad en
forma complaciente. Dios y el mal son eternos enemigos. Cualquier acto injusto o cruel no tiene cabida en el carácter de
Dios. No existe la más mínima posibilidad de hallar injusticia en Dios. Él no tienta al hombre, ni tampoco puede ser
tentado con el mal. «Dios es luz, y no hay ningunas tinieblas en él» (1 Jn 1.5).
Después de afirmar esta verdad, se torna de inmediato hacia la dificultad que lo aqueja. Si esto es verdad, oh Dios, dice
él, «¿por qué ves a esos menospreciadores y callas cuando destruye el impío al más justo que él?» ¿Cómo podía Dios
permitir que los caldeos hicieran esto a su propio pueblo? Los compatriotas de Habacuc eran sin duda, malos pero los
caldeos eran peores. En términos contemporáneos diríamos: Reconozco que la Iglesia ha estado en decadencia por
muchos años, pero los comunistas son ateos. ¿Cómo puede Dios permitir las situaciones que están ocurriendo? O si
deseamos aplicarlo a lo personal, los hombres con frecuencia protestan de esta manera: Reconozco que no soy todo lo
que debiera ser, pero fulano es mucho peor que yo, y sin embargo está prosperando. ¿Cuál es la respuesta?

ENCOMIENDO ESTE PROBLEMA INSOLUBLE A DIOS.
En este párrafo particular de la profecía, no hay una respuesta. Para la primer pregunta respecto al poder de Dios,
Habacuc recibió una respuesta positiva, pero este problema de la santidad de Dios es más difícil. Después de establecer
sus factores absolutos, y de llevar el problema a este contexto, todavía no aparece una respuesta clara. En nuestra
experiencia esto ocurre con frecuencia. Aplicamos el mismo método que en otros casos funcionó tan bien y sin embargo
no logramos la respuesta. ¿Qué debemos hacer en tal caso? Por supuesto que no debemos llegar a una conclusión
apresurada y decir: «Como no lo entiendo, me pregunto si Dios es realmente justo». ¡No! Si aun después de aplicar el
método divino de acercamiento al problema no lo entendemos, resta todavía la alternativa de hablarle a Dios acerca del
mismo. Nos equivocamos cuando nos hablamos a nosotros mismos y luego a otras personas y preguntamos: ¿Por qué
esto? ¿No es extraño? Debemos hacer lo que hizo el profeta: Llevarle el problema a Dios y dejarlo con él.
EL EJEMPLO DEL HIJO DE DIOS
Un creyente puede quedar en esta situación por semanas, meses, o aun años. Con frecuencia ha ocurrido. No obstante,
el problema debe ser dejado con el Señor. Este no sólo fue el método profético, sino que también el Hijo de Dios lo
adoptó cuando estuvo en el mundo. Su problema era el ser «hecho pecado» para lograr la salvación del hombre. Él
sabía que su Padre podría haberlo librado de las manos, no sólo de los judíos sino también de los romanos. Podría
haber enviado doce legiones de ángeles para librarlo. Sin embargo, si él había de ser «hecho pecado» y el pecado debía
ser castigado en su cuerpo, significaba que inevitablemente debía ser separado del Padre. Este era el problema y el Hijo
de Dios debió enfrentar en el mismo, la mayor perplejidad de su vida humana sobre la tierra. Si había alguna cosa de la
cual él se retraía, era el ser separado del Padre. ¿Qué fue lo que hizo? Exactamente lo mismo que Habacuc. Oró y dijo:
«Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú» (Mt 26.39). En efecto dijo:
No lo entiendo, pero si así lo has determinado, yo estoy dispuesto. Llevó el problema que no podía comprender, a Dios,
y allí lo dejó. Podemos decir con reverencia que el Señor Jesús, aunque quizás no comprendía plenamente el haber sido
hecho hombre. Sin embargo siguió hacia adelante, confiando que la voluntad de Dios es siempre recta y que un Dios
santo jamás mandará hacer algo que está mal.

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