domingo, 29 de agosto de 2010

EL CAMINO DE LA SALVACION


Por Arthur Pink.



¿Qué debo hacer para ser salvo? ¿Salvo de qué? De Qué deseas ser salvo? Del infierno? Eso no prueba nada. Nadie quiere ir allá. El asunto entre Dios y el hombre es EL PECADO. ¿Quieres ser salvo de ésto?
¿Qué es el pecado? El pecado es una especie de rebelión en contra de Dios. Es auto-complacencia; es ignorar los reclamos de Dios, y ser indiferente por completo al hecho de que nuestra conducta puede agradar o desagradar a Dios.
Antes que Dios salve a un hombre, Él lo convence de su pecaminosidad. No quiero decir con esto que él diga como muchos dicen, -Si, todos somos pecadores, ya lo sabemos.- Más bien, quiero decir que el Espíritu Santo me hace sentir en el corazón que he estado toda mi vida en rebelión contra Dios, y que mis pecados son tantos, tan grandes, tan negros, que temo haber transgredido fuera del alcance de la misericordia divina.
¿Has tenido esta experiencia alguna vez? ¿Te has sentido total- mente indigno para el cielo y alelado de la presencia de un Dios Santo? ¿Percibes que en tí hay nada bueno, ni nada bueno acredi- tado a tu cuenta; y que siempre has amado las cosas que Dios odia y odiado las cosas que Dios ama?
¿Al pensar en estas cosas no se te ha quebrantado el corazon ante Dios? ¿No te lamentas tu por haber hecho mal uso de Sus mis- ericordias, de Sus bendiciones, por haber abusado del Dia del Señor, por haber desechado Su Palabra, y por no haberle dado un verdadero lugar en tus pensamientos, en tus afecciones y en tu vida? Si no has visto ni sentido esto personalmente, entonces actualmente no hay esperanza para tí, pues Dios dice, "Antes si no os arrepintiereis, todos pereceréis igualmente" (Lucas 13:3). Y si mueres en tu condición actual, estarás perdido para siempre.
Pero si has llegado al lugar donde el pecado es tu mayor plaga, donde ofender a Dios es tu mayor pesar, y donde tu mayor anhelo es agradarle y honrarlo a Él; entonces tienes esperanza. "Porque el Hijo del Hombre vino á buscar y á salvar lo que se había perdido" (Lucas 19:10). Él te salvará, si estás listo y dispuesto a abandonar las armas de tu rebelión en contra de Él, te inclinas a Su Señorio, y te rindes a Su control.
Su sangre puede limpiar la mancha más obscura. Su gracia puede sostener al más débil. Su poder puede librar al que sufre con pruebas y tentaciones. "He aquí ahora el tiempo aceptable; he aquí ahora el día de salud" (2 Co.6:2). Cede ante los reclamos de Dios.
Dále el trono de tu corazón. Confiá en Su muerte expiatoria. Amalo con toda tu alma. Obedécelo con todas tus fuerzas, y Él te guiará al cielo. "Cree en el Senor Jesucristo, y seras salvo tu, y tu hogar" (Hechos 16:31).

PREDICADORES DE LA VERDAD

SED DE DIOS...


Por A. W. Tozer.


Salmos 42:1-2

“Como el ciervo brama por las corrientes de las aguas, Así clama por ti, oh Dios, el alma mía. Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo; ¿Cuándo vendré, y me presentaré delante de Dios?”
El hombre, antes que busque a Dios, Dios está buscándole. Buscamos a Dios porque él ha puesto en nosotros deseos de dar con él. “Nadie puede venir a mi —dijo el Señor Jesús- si mi padre celestial no le trajere” Y es esa atracción de Dios lo que nos quita todo vestigio de mérito por haber acudido a él. El impulso de salir en busca de Dios emana del propio Dios, pero el resultado de dicho impulso es que sigamos ardorosamente en pos de él.
Desafortunadamente todo el procedimiento de la conversión ha llegado a ser una cosa mecánica y sin espíritu. La fe, según dicen, puede llegarse a ejercer sin que tenga nada que ver con los actos de la vida, y sin turbar para nada al yo adámico. Se puede “recibir” a Cristo sin entregarle el alma ni tenerle amor alguno. El alma es salvada, pero no llega a sentir hambre y sed de Dios. Los que sostienen tal doctrina reconocen que el alma es capaz de contentarse con muy poco.
Con todo esto corremos peligro de perder a Dios entre las maravillas de su Palabra. Casi hemos olvidado que Dios es Persona, y que, por tanto, puede cultivarse su amistad como la de cualquier persona. Es propio de la persona conocer a otras personas, pero no se puede conocer a una a través de un solo encuentro. Solo al cabo de prolongado trato y compañerismo se logra en pleno conocimiento.
Cuando estamos en el pecado, carecemos de ese poder, pero cuando el Espíritu nos da vida en la regeneración, todo nuestro ser siente el parentesco con Dios. Y gozoso se apresura a reconocerlo. Este es el nacimiento celestial sin el cual no podemos ver el reino de Dios. Pero la regeneración, o nuevo nacimiento, no es el fin del proceso sino simplemente el principio. Es el mero momento cuando comenzamos la búsqueda, la feliz exploración que hace el alma en busca de las inescrutables riquezas de la Divinidad. Es ahí donde comenzamos, pero nadie puede decir dónde nos detendremos, pues las misteriosas profundidades de Dios, Trino y Único, no tienen fin.
Acerquémonos a los santos hombres y mujeres del pasado, y no tardaremos en sentir el calor de su ansia de Dios. Gemían por él, oraban implorando su presencia, y le buscaban día y noche, en tiempo y fuera de tiempo. Y cuando lo hallaban, les era tanto más grato el encuentro cuanto había sido el ansia con que lo habían buscado. Moisés se valió de que ya conocía a Dios para pedir conocerle más: “Ahora pues, si he hallado gracia en tus ojos, te ruego que me muestres ahora tu camino, para que te conozca, y halle gracia en tus ojos” (Éxodo 33: 13). Y después se atrevió a hacer una solicitud aún más atrevida: “Te ruego que me muestres tu gloria” (vs. 18). A Dios le agradó este despliegue de ardor, y al día siguiente le dijo a Moisés que subiera al monte, y allá le hizo ver toda su gloria.
La vida de David fue un torrente de deseos espirituales. En sus salmos abundan los clamores del que busca y las exclamaciones del que encuentra. Pablo afirma que el más grande deseo de su corazón era hallar a Cristo: “y ciertamente aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y tengo por basura, para ganar a Cristo” (Filipenses 3:8).
Es trágico que dejemos la búsqueda de Dios a unos pocos maestros en lugar de realizarla cada uno de nosotros. Nuestra vida cristiana depende del acto inicial de “aceptar” a Cristo (una palabra, de paso, que no se encuentra en la Biblia) y no esperamos que haya después ninguna otra revelación de Dios a nuestras almas. Hemos caído en las redes de la falsa lógica que dice que si ya tienes a Dios, no necesitas buscarle. Tal argumento se presenta como la flor y nata de la ortodoxia, y se da por sentado que ningún cristiano instruido en la Biblia cree otra cosa. Por eso hacen a un lado toda sincera y afanosa búsqueda de comunión espiritual con Cristo, haciendo que los cultos sean meras formalidades sin vida. La vida religiosa, fría y mecánica que vivimos es lo que ha producido la muerte de esos deseos. La complacencia es la enemiga mortal de todo crecimiento espiritual.
Cada siglo tiene sus propias características. Actualmente estamos en una época de complejidad religiosa. Es muy raro encontrar la sencillez de Cristo. Esta ha sido reemplazada por planes, métodos, organizaciones y un mundo de actividades frenéticas que se llevan todo nuestro tiempo y atención, pero que no satisfacen los anhelos del alma. La escasa profundidad de nuestra experiencia, lo hueco de nuestro culto, y la manera servil como imitamos al mundo, todo indica el superficial conocimiento que tenemos de Dios. Y que es muy poco lo que sabemos acerca de su paz. Si queremos hallar a Dios en medio de tanta aparatosidad religiosa, lo primero que debemos hacer es encontrarlo a él, para luego seguir en pos de él con toda sencillez.
La mala costumbre de buscar a Dios junto con otras cosas, nos impide hallarle a él mismo, y que nos revele toda su plenitud. Es en esas otras cosas donde está la causa de nuestra desdicha. Si dejamos esa vana búsqueda adicional muy pronto encontraremos a Dios, y en él hallaremos todo lo que anhelamos.
El autor del clásico libro inglés The Cloud of Unknowing (”La Nube de lo Desconocido”), nos dice como podemos hacerlo: “Eleva tu corazón a Dios con amor humilde y sincero, y búscalo a él, y no a sus dones.
Piensa en Dios y busca solo a Dios, solo por lo que Dios es. Esta es la obra del alma que más agrada a Dios!’ También recomienda el mismo autor que al orar nos despojemos de ‘todo, hasta de nuestra teología, pues ”basta la intención desnuda que se dirige a Dios sin apelar a ningún otro recurso, sino dependiendo únicamente de él.”
Cuando Dios dividió la tierra de Canaán entre las tribus de Israel, Leví no recibió ninguna porción. A esta tribu Dios le dijo simplemente “Yo soy tu parte y tu heredad” (Números 18:20). Y por esta palabra Leví fue más rico que ninguna de las otras tribus, y que todos los reyes del mundo. Aquí hay un principio espiritual que continúa en vigor en el Nuevo Testamento. El hombre que tiene a Dios por su posesión, tiene todo lo que es necesario tener. Podrá carecer de todos los tesoros materiales, o si los posee, estos no le producirán ningún placer especial. Y si los ve desaparecer, uno tras otro, apenas podrá sentir la pérdida, porque teniendo a Dios tiene la fuente de toda felicidad. No importa cuántas cosas pierda, de hecho no ha perdido nada. Todo lo que posee, lo posee en Dios, pura y legítimamente para siempre.

Fragmento tomado del Libro La Búsqueda de Dios de Aiden Wilson Tozer.

HOY, MUCHO NO SE VE DE ESTO...

A SOLAS CON DIOS...


Por A. W. Tozer.




“Subió pues Jesús a un monte, y se sentó allí con sus discípulos” – Juan 6:3
Justo antes de la milagrosa multiplicación de los panes y los peces, Jesús “subió a un monte y se sentó con sus discípulos” (6:3). Eso es digno de tomar nota. Parece obvio que Jesús se retiró a propósito de la gran muchedumbre que lo había estado siguiendo.
Hay ciertas cosas que tú y yo nunca aprenderemos cuando haya otros presentes. Creo en la Iglesia y amo el compañerismo de la asamblea. Hay mucho que podemos aprender cuando nos juntamos los domingos y nos sentamos con los santos. Pero hay ciertas cosas que tú y yo nunca vamos a aprender en presencia de otras personas.
Sin duda alguna parte de nuestro error hoy en día es la actividad religiosa que no es precedida por soledad e inactividad. Me refiero a estar solo con Dios y esperar en silencio y quietud hasta que seamos cargados con el Espíritu de Dios. Entonces, cuando actuamos, nuestra actividad realmente vale porque hemos sido preparados por Dios para hacerla…
Ahora, en el caso de nuestro Señor, la gente vino a Él, según Juan, y Él estaba listo para ellos. Había estado quieto y en silencio. Se había sentado con sus discípulos y meditado. Mirando hacia el Cielo, esperó hasta que el paréntesis completo de vida divina bajó del trono de Dios a Su propia alma. Era un violín afinado, una batería recargada. Estaba preparado para la gente, cuando ellos vinieron.
“Señor, voy a pasar mucho tiempo en compañía de gente hoy, pero ahora vengo en quietud y silencio a esperar que me llenes. Amén”

sábado, 28 de agosto de 2010

ATRIBUTOS DE DIOS

EL EVANGELIO ESCANDALOSO

Por Paul Washer.

"Porque no me averguenzo del evangelio, pues es el poder de Dios para la salvación de todo el que cree; del judío primeramente y también del griego.”
Romanos 1:16

La carne de Pablo tenía todos los motivos para avergonzarse del Evangelio que predicaba porque contradecía absolutamente todo lo que se tenía por verdadero y sagrado entre sus contemporáneos. Para el Judío, el Evangelio fue la peor clase de blasfemia porque afirmó que el Nazareno que murió en el Calvario maldecido era el Mesías. Para los griegos, era la peor clase de absurdo, ya que alegó que este Mesías era Dios encarnado. Así, Pablo sabía que cuando él abría la boca para hablar del Evangelio que sería totalmente rechazado y ridiculizado por despreciar a menos que el Espíritu Santo interviniera y se moviera sobre los corazones y las mentes de sus oyentes. En nuestros días, el primitivo Evangelio no es menos ofensivo, porque aún contradice todos los principios o “ismos” de la cultura contemporánea – el relativismo, el pluralismo, y el humanismo.
No Es Todo Relativo
Vivimos en una época de relativismo – un sistema de creencias basado en la certeza absoluta de que no hay absolutos. Aplaudimos hipócritamente los hombres para buscar la verdad, pero que precisan de la ejecución pública de alguien lo suficientemente arrogante como para creer que la ha encontrado. Vivimos en una auto-impuesta Edad Oscura, la razón por la cual es clara. El hombre natural es una criatura caída, moralmente corrupta, y temerario en la autonomía (es decir, auto-gobierno). Él odia a Dios porque El es justo y odia Sus leyes, ya que lo censuran y restringe su maldad. Él odia la verdad porque lo expone a lo que es y trae problemas a lo que aún queda de su conciencia. Por lo tanto, el hombre caído tiene por objeto alejar la verdad, sobre todo la verdad acerca de Dios, tan lejos de él como sea posible. El acudirá a cualquier medida para suprimir la verdad, hasta el punto de pretender que no existe tal cosa o que si existe, no puede ser conocida o tener ninguna incidencia en nuestras vidas. Nunca la cuestión es de un Dios escondido sino de un hombre escondiéndose. El problema no es el intelecto, sino la voluntad. Como un hombre que esconde su cabeza en la arena para evitar un rinoceronte, el hombre moderno niega la verdad de un Dios justo y Su absolutos morales con la esperanza de acallar su conciencia y poner fuera de la mente la sentencia que sabe que es inevitable. El Evangelio cristiano es un escándalo para el hombre y su cultura porque ella hace lo que él más quiere evitar – Se le despierta de su letargo auto-impuesto a la realidad de su condición caída y rebelión, y lo llama a rechazar la autonomía y someterse a Dios por medio del arrepentimiento y la fe en Jesucristo.
Todos No Están en lo Correcto
Vivimos en una época de pluralismo – un sistema de creencias que pone fin a la verdad al declarar que todo es verdad, especialmente en lo que respecta a la religión. Puede ser difícil para la música cristiana contemporánea de entender, pero los cristianos que viven en los primeros siglos de la fe fueron marcados, de hecho y perseguidos como ateos. La cultura que los rodeaba los sumergía en el teísmo. El mundo se llenó de imágenes de deidades, y la religión era un negocio en auge. Los hombres no sólo toleraban las deidades de unos a otros, sino también las intercambiaban y las compartían. El mundo religioso entero iba muy bien hasta que los cristianos se presentaron y declararon que, “los dioses hechos por manos no son dioses en absoluto.” Negaron los Césares el homenaje que demandaban, se negaron a doblar la rodilla a todos los otros de los llamados dioses, y confesaron a Jesús solamente como Señor de todos. El mundo entero miraba esa asombrosa arrogancia y reaccionó con furia contra la intolerancia de los cristianos intolerables a la tolerancia.
Este mismo escenario abunda en nuestro mundo de hoy. Contra toda lógica, se nos dice que todos los puntos de vista respecto a la religión y la moral son verdaderos, no importa cuán radicalmente diferentes y contradictorios estos sean. El aspecto más abrumador de todo esto es que a través de los incansables esfuerzos de los medios de comunicación y el mundo académico, esto se ha convertido rápidamente en la opinión mayoritaria. Sin embargo, el pluralismo no se ocupa de la cuestión o cura la enfermedad. Sólo se anestesia al paciente para que ya no sienta o piense. El Evangelio es un escándalo, porque despierta al hombre de su sopor y se niega a dejarlo descansar en tales condiciones de ilógica. Se le obliga a llegar a alguna conclusión – “¿Hasta cuándo dudar entre dos pensamientos? Si Jehová es Dios, seguidle; y si Baal, seguidle.”
El verdadero Evangelio es radicalmente excluyente. Jesús no es “un camino”, sino “el camino”, y todos los demás caminos no son así en absoluto. Si el cristianismo sólo se movería un pequeño paso hacia un ecumenismo más tolerante y cambiara el artículo definido “el” por el artículo indefinido “un”, el escándalo sería removido, y el mundo y el cristianismo podría convertirse en amigos. Sin embargo, cuando esto ocurre, el cristianismo deja de ser el cristianismo, Cristo es negado, y el mundo no tiene un Salvador.
El Hombre No Es La Medida
Vivimos en una época del Humanismo. Durante las últimas décadas, el hombre ha luchado para purgar a Dios de su conciencia y la cultura. Él ha derribado todos los altares visibles para el “Único Dios verdadero” y ha erigido monumentos a sí mismo con el celo de un fanático religioso. Ha logrado convertirse en el centro, medida, y fin de todas las cosas. Alaba a su valor intrínseco, demanda homenaje a su autoestima y fomenta su propia realización o realización personal como el mayor bien. Él explica su persistente conciencia como los restos de una religión anticuada de la culpabilidad, y se exime de cualquier responsabilidad por el caos moral que le rodea por culpa de la sociedad, o al menos esa parte de la sociedad que aún no ha alcanzado a su iluminación. Cualquier sugerencia de que su conciencia puede estar en lo cierto en su testimonio en contra de él o que él podría ser responsable de casi todas las variaciones infinitas de enfermedades en el mundo es impensable. Por esta razón, el Evangelio es un escándalo para el hombre caído, ya que expone su idea delirante acerca sí mismo y lo encuentra culpable de su condición caída y culpa. Esto es la “primer obra” esencial del Evangelio, y por eso el mundo odia la verdadera predicación del evangelio. Arruina la fiesta del hombre, le hace llover en su desfile, expone su imaginación, y señala que el emperador no tiene ropa.
Las Escrituras reconocen que el Evangelio de Jesucristo es una “piedra de tropiezo” y “locura” a todos los hombres de toda edad y cultura. Sin embargo, para tratar de eliminar el escándalo del mensaje es anular la cruz de Cristo y su poder salvador. Debemos entender que el Evangelio no es sólo un escándalo, ¡pero se supone que lo es! A través de la locura del Evangelio, Dios ha ordenado destruir la sabiduría de los sabios, frustrar la inteligencia de los más grandes talentos, y abatir el orgullo de todos los hombres. A fin de que ninguna carne se jacte en su presencia, porque como está escrito: "El que se gloría, gloríese en el Señor.”
El evangelio de Pablo no sólo contradice la religión, la filosofía y la cultura de la época, sino que les declaró la guerra. Les negó tregua o un tratado con el mundo y se conformaría con nada menos que la entrega absoluta de la cultura al Señorío de Jesucristo. Haríamos bien en seguir el ejemplo de Pablo. Debemos tener cuidado de rechazar toda tentación de conformar nuestro Evangelio a las tendencias del día o de los deseos carnales de los hombres. No tenemos derecho de rebajar su ofensividad o civilizar sus exigencias radicales con el fin de hacerlo más atractivo a un mundo caído o miembros de una Iglesia carnal. Nuestras iglesias están llenas de estrategias para hacerlas más favorables re-empaquetando el Evangelio, eliminando la piedra de tropiezo, y tomando el filo de la navaja, para que pueda ser más aceptable para los hombres carnales. Debemos ser sensibles al buscador, pero hay que darse cuenta de esto – no hay más que un buscador y es Dios. Si tratamos de hacer que nuestra iglesia y mensaje acomodable, vamos a hacer que ellos se acomoden a El. Si nos esforzamos por edificar una iglesia o ministerio, vamos a edificarlos sobre una pasión por glorificar a Dios, y un deseo de no ofender a Su majestad. Que se lleve el viento lo que el mundo piensa de nosotros. No estamos para buscar los honores de la tierra, sino que el honor del cielo debería ser nuestro deseo.